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Historia
Gestando a los Hijos de mi Jefe

Gestando a los Hijos de mi Jefe

Autor: Amaranthax
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Capítulo 1 Rumbo a lo desconocido.

Palabras:1323    |    Actualizado en: 07/07/2025

o (Te

en que la llevaría a Boston. Su destino era la mansión de Noah Koch, un hombre poderos

s calles, pesaba sobre Amelia como una losa. La pobreza las había marcado, y aho

de la dura realidad que enfrentaba, pero con la esperanza de que este nuevo

de mano. Se sentía vulnerable y sola, pero la imagen de su tía Lucero, su único apoyo, la animaba. Estaba

aisaje que se deslizaba tras la ventana. Entonces, algo la inv

tía. Lo juro por Dios

las lágrimas comenzaron a rodar silenciosas y persistentes por sus meji

st

dez que se había instalado en su corazón. Las lágrimas corrían por sus mejillas, mezclándose con

rdatorio constante de tu ausencia. El mundo sigue girando, pero para mí se ha detenido. ¿Cómo se supone que debo seguir adel

rara. Se sentía perdido, como un barco a la deri

luchando cada día por levantarse de la cama y por encontrar sent

compartieron: tener un hijo. La idea de encontrar una madre subrogada se convirtió e

o del niño que nunca llegó, como un eco de risas y jue

r pequeño, de construir un puente hacia el pasado que lo m

a perdido y la tristeza se entrelazaba con la esperanza formando una

sigui

nta prisa? -le pregu

o siempre -respond

de respirar. ¿No podrías toma

tiempo par

s trabajo, Noah. Debe

el tiempo? Tengo cosas

ante sea cuidarse

mitirme pensa

a vida no es solo

a. Ahora ten

Aunque no lo cre

ijo Noah esbozando

ermana de reojo, consciente de qu

ostalgia. Sin decir una palabra, se despide con un ligero asentimiento

ah se sienta en el asiento trasero, dejando atrás la calidez del hogar, mientr

de Noah desvanecerse. Alma se acerca y s

dad? -señala Alma,

Alma. Desde que se fue Sa

a. La pena es

una madre sustituta. ¿Acaso no v

Mía. Pero tú estás

o que lo estoy perdiendo, Alma.

ah, pero tengo buenas noticias. Amelia, la jo

ueva sirvienta. Me

a. La conozco desde que era una niña

e cabe duda. Siempre has te

ecesitamos ayuda en la mansión.

acias, Alma. Me alegra tene

mi niña. Ahora déjame prepa

sus pasajeros quedaron liberados en

la rodeaba y un ruido de voces y pasos la envolvía. Una señora mayor, con ojos llen

¿te encuentras bien?

olo estoy cans

n ser agotadores. Si necesitas alg

as, señora. E

ncio y soledad. La amabilidad de la desconocida le recordó que aún quedaba b

ra le parecía ajeno y distante. La imagen de su tía Lucero, con las manos esposad

s brotaron de sus ojos. Cada sollozo era un grito ahogado por la injusticia, un lamento por

vacío que parecía devorarla por dentro. Amelia se sintió pequeña y desamparada, atrapada en u

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