o (Te
en que la llevaría a Boston. Su destino era la mansión de Noah Koch, un hombre poderos
s calles, pesaba sobre Amelia como una losa. La pobreza las había marcado, y aho
de la dura realidad que enfrentaba, pero con la esperanza de que este nuevo
de mano. Se sentía vulnerable y sola, pero la imagen de su tía Lucero, su único apoyo, la animaba. Estaba
aisaje que se deslizaba tras la ventana. Entonces, algo la inv
tía. Lo juro por Dios
las lágrimas comenzaron a rodar silenciosas y persistentes por sus meji
st
dez que se había instalado en su corazón. Las lágrimas corrían por sus mejillas, mezclándose con
rdatorio constante de tu ausencia. El mundo sigue girando, pero para mí se ha detenido. ¿Cómo se supone que debo seguir adel
rara. Se sentía perdido, como un barco a la deri
luchando cada día por levantarse de la cama y por encontrar sent
compartieron: tener un hijo. La idea de encontrar una madre subrogada se convirtió e
o del niño que nunca llegó, como un eco de risas y jue
r pequeño, de construir un puente hacia el pasado que lo m
a perdido y la tristeza se entrelazaba con la esperanza formando una
sigui
nta prisa? -le pregu
o siempre -respond
de respirar. ¿No podrías toma
tiempo par
s trabajo, Noah. Debe
el tiempo? Tengo cosas
ante sea cuidarse
mitirme pensa
a vida no es solo
a. Ahora ten
Aunque no lo cre
ijo Noah esbozando
ermana de reojo, consciente de qu
ostalgia. Sin decir una palabra, se despide con un ligero asentimiento
ah se sienta en el asiento trasero, dejando atrás la calidez del hogar, mientr
de Noah desvanecerse. Alma se acerca y s
dad? -señala Alma,
Alma. Desde que se fue Sa
a. La pena es
una madre sustituta. ¿Acaso no v
Mía. Pero tú estás
o que lo estoy perdiendo, Alma.
ah, pero tengo buenas noticias. Amelia, la jo
ueva sirvienta. Me
a. La conozco desde que era una niña
e cabe duda. Siempre has te
ecesitamos ayuda en la mansión.
acias, Alma. Me alegra tene
mi niña. Ahora déjame prepa
sus pasajeros quedaron liberados en
la rodeaba y un ruido de voces y pasos la envolvía. Una señora mayor, con ojos llen
¿te encuentras bien?
olo estoy cans
n ser agotadores. Si necesitas alg
as, señora. E
ncio y soledad. La amabilidad de la desconocida le recordó que aún quedaba b
ra le parecía ajeno y distante. La imagen de su tía Lucero, con las manos esposad
s brotaron de sus ojos. Cada sollozo era un grito ahogado por la injusticia, un lamento por
vacío que parecía devorarla por dentro. Amelia se sintió pequeña y desamparada, atrapada en u