eparaba, afilaba mi mente. Pero mi proyecto principal se llevaba a cabo en secreto, después de horas, en la soledad de
e habíamos hecho juntos, la analicé con la frialdad de un cirujano. Mi objetivo no era la venganza, era la justicia. Quería r
una de las zonas comerciales más exclusivas de Polanco. Mientras esperaba mi pedido, mis
na sonrisa coqueta. Miguel, el mismo hombre que me había dicho el mes pasado que "teníamos que apretarnos el c
ostraba. Vi cómo Miguel se lo ponía a Sofía alrededor del cuello con una familiaridad íntima que me revolvió el estómago. Ella se miró en un espejo de m
en que compráramos el modelo más barato y ruidoso porque "no había presupuesto para lujos". Recordé nuestro tercer aniversario, cuando
a, sin pestañear. No era por falta de dinero. Nunca lo fue. Era una c
e en mi pecho. Tomé una foto con mi celular, una imagen clara de ellos dos, sonrientes, con el collar