éxico, viendo el atardecer que teñía el cielo de promesa
tante. Su voz, áspera y urgente
", pregunté
sa que Sofía me necesita! Su coche se descompuso
la eterna sombra de mi matrimonio. Miguel, una ve
. Yo acabo de llegar de
n: "¡Ese es tu problema! ¡Nunca entiendes! Ella no es
njustas. El teléfono, frío y pesado, reflejaba la imagen
s que comprender, ni más que perdonar. M
ora de que Elena Rojas, la abogada, defendi