ria, cruzó el umbral de una mansión
, junto a su hijo Javier y la perfecta Sofía, la recibían con lá
" y "mercenaria" por parte de Javier, mientras Sofía, con una sonrisa dulce y ojos calcula
umillación pública, forzándola a asistir a clases de etiqueta y a la fiesta de Sofía, u
las clases, pero no sin antes transformar cada imposición en una oportunidad para adquirir