oco por la mañana y necesitaba mis lentes para leer el periódico. Pero lo más difícil era acostumbrarme a la forma en que todos me
pre complaciendo a Ricardo, siempre asegurándose de que todo estuviera perfecto para él, con una sonrisa triste que nunca llegaba a sus ojos. Mi corazón se encogía al verla. Recordé cómo Doña Elena siempre
l desayuno, tomé su mano. Mis manos arr
tar la de mi abuela, pero con una calidez que Doña
os se abrieron de par en par. Estaba acostumbrada
á Elena. Solo un
miendo. Eres una mujer inteligente, una contadora brillante. No
mas. No de tristeza, sino de confusión
a, ¿se sien
tando su mano. "Y quiero que tú también te sien
uriosidad y desconcierto. El cambio en "Doña Elena" era evidente. Dejé de criticarla por pequeñeces y empecé a preguntarle por sus
in de semana. Ricardo anunció
importante, mamá. Se llama Bl
". Sentí el impulso de gritarle, de exponerlo ahí mismo, pero me
rubia, con un vestido caro y una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Detrás de el
rla" , dijo Blanca, extendiendo
mé mi tiempo, dejando que la incomodidad creciera
, por
ablé, mi voz
res la 'socia
pitió ella, su sonris
i la vuelta y me dirigí al pequeño Em
debe ser
l es Em
otestando. Miré al niño a los ojos. Vi la misma arr
con un tono que no dejaba lugar a d
favor. Me halagaba, elogiaba la casa, la comida que Carmen había preparado con tanto esmero
lanca. ¿Est
omba en la mesa. Ricardo ca
era" , respondió ella, for
r a un hijo sola, mientras traba
o no le estaba comprando su actuación. Ricardo intentaba cambiar de tema, visiblemente incómodo. Carmen, por su parte, me miraba con una nu
status y el dinero de Ricardo. Pensaba que ganándose a la matriarca, tendría el camino libre.
aba, y yo ya estaba di