s mismos que su abuela Elena dominaba en su modesto taller. Javier lo sabía mejor que nadie. Recordaba las noches en que Elena experimentaba con mineral
"inspiración". Javier
r la traición. Era un rencor profundo y helado por su desprecio, por su forma de pisotear el legado de la mujer qu
o especializado en propiedad intelectual, uno que no estuviera en la nómina de So
sus gafas. "La patente es tuya. Legalmente, sin ninguna duda. Puedes hacer con ella lo q
y clara, recorrió a Javier.
de su abuela que quería tener cerca en el hospital. Acordó con S
ncio antinatural lo recibió. Caminó por el pasillo y escuchó
su lado, demasiado cerca, estaba Rodrigo. Él le estaba masajeando
on voz melosa. "Sabía que me protegerías
hacia atrás, con los ojos cerrados. "Juntos, vamos a conquistar el mu
to" era él. Verlos así, en su casa, conspirando y coqueteando mien
n la ha
jo, con una voz que n
ía mostró un destello de pánico antes de endurecerse
¿Vienes a rogar, Javier? Porque ya t
como si fuera el dueño del lugar, con una confianz
ela", dijo Javier, ignorando a Rod
ó, adoptando su
como si nada? Esta es mi casa, Ja
buela", replicó él, sintiendo cómo la ira desplazaba cualqu
eres más que un accesorio que ya pasó de moda. ¿Por qué no te largas y
nueva alianza. Javier apretó los puños. La batalla ya no era solo por la justicia para su abuela. Ahora era