bre la última maleta. Sofía miró alrededor del opulento dormitorio por última vez. Cada objeto, desde los muebles de diseño hasta las s
a miraban con una mezcla de lástima y miedo, sin atreverse a decir una palabra. Dejó la llave de la casa sobr
se cerró detrás de ella,
eta cayó a su lado. El colapso fue total. Su cuerpo temblaba incontrolablemente y los sollozos surgieron desde lo más profundo de su pecho
adura la sacó de su estupor. La p
Su mirada recorrió el humilde apartamento c
, por el amor de Dios
, usando la pared como apoyo. S
hace
en la única silla del pequeño salón como si fuera un trono. "Ricardo está furioso. P
so" , respondió So
a. "Aquí hay un cheque. Suficiente para que tú y tu padre vivan cómodamente durante muchos años. En otro país, preferiblemen
promesa de seguridad, de no tener que luchar más. Podría cuida
de la carita asustada de
taba muriendo. Necesitaba un tratamiento carísimo que yo no podía pagar. Ricardo apareció. Me ofreció un trato. La salud de mi padre
pausa, to
creía él que quería. Fui la esposa perfecta, la que sonreía en las fiestas y no hací
aba con una impacien
no estuviera en papel. Te sacamos de la nada. Te dimos un nombre, una casa
erer proteger a mi hi
Siempre te dije a Ricardo que eras demasiado... sentida. Demasia
ara la bofetada. La mirada de odio de Ricardo
e Valentina la maltrate.
a ti siempre te faltó" , dijo Doña Elena, con una crueldad escalofriante. "Lo que importa es la
Cogió el sobre. Doña Elena s
n su mano, sintiendo su peso. El pes
casa" , dijo, con una cal
Doña Elena s
estúpida
de Doña Elena. "Y voy a recuperarla. No me importa lo que cueste. No me importa cuánto tiempo tarde. Lucharé contra uste
ó, su rostro una más
ptado mi oferta. Te asegurarás de que la palabra de una inmigrante loc
os" , resp
dó sola, temblando, pero por primera vez en mucho tiempo, no era