pulmones, un escalofriante recordatorio de
mismo frío que sentí mientras mi propia sangre, la san
crueldad orquestado por el hombre al
s que lo había confinad
prometido públicamente que quien sanara a su her
inar, me vi forzada a casarme con él, un hombre
Camila Torres, su n
épetl para buscar una hierba legendaria para é
ado la distrajo, cayó por un barranco
aron su cuerpo congelad
ella, me puso un cuchillo en la mano y me ordenó que me co
rramaba sobre el cadáver de mi rival, sin
nces, abr
sino en mi humilde casa en las
me llenó de una euforia salvaje: era el día exacto en q
a vu
s cosas serí