lo, lloriqueando y mostrándole su mano "herida", y a mí de pie, paralizada, c
, corriendo hacia Sofía y ayudándola a lev
imió Sofía, escondiendo su
mi voz era un hilo tembloroso
a. Su mirada se posó en Leo, y vi en sus ojos una frialdad asesina qu
que había acudido al oír los gritos. "Sáquenlo
supliqué, corriendo hacia él, tratando de agarrar su brazo
suelo. "Un animal que ataca a la gente es un animal pelig
is piernas, buscando protección. Intenté cubrirlo con mi cuerpo, pero los guardias me apartaron
¡No pueden!", grité, l
os de pánico y confusión, sin entender por qué lo estaban lastimando, por qué yo no lo salvaba. Escuché un solo
ré hasta el lugar donde lo habían sometido y toqué la hierba, como si pudiera sentir su último aliento. Unos minuto
la vista hacia Damián, que seguía consolando a Sofía por su insigni
estúpido' te salvó la vida? ¿Has olvidado cuando ese ladrón entró a tu estudio y Leo se le lanzó
cara de hielo. "Fue una molestia desde el principio
is manos, se llevó a Sofía dentro de la casa. Me quedé sola en el jardín, a
ra un cuarto húmedo, oscuro y frío, que olía a moho y a olvido. Me arrojaron dentro y cerraron la puerta de acero con ll
s de terror. Y luego, en un momento de extraña lucidez, me di cuenta de que estaba muriendo. De nuevo. Pero esta vez, no había resignación. Encontré una fuerza que no sabía que
número d
su voz sonaba a kil
Véndelo todo. Compra dos boletos de avión a cu
nde estás?
enas un soplo. "Solo... sácame de es
l sótano, me aferré a esa última chispa de esperanza, la pr