sujetaba el brazo me dejó un moretón que florecía en tonos morados y azules. Cuando llega
que yo te lo diga", ord
a era un abismo sin fondo. Intenté llamar a la puerta, pedir un poco de hielo, pero nadie respondió. Los sirvientes tenían órdenes claras de ignorarme. Estab
por las cortinas gruesas. Me levanté con dificultad y cojeando, me asomé por la ve
Él la escuchaba con una ternura infinita, acariciando su sien con la punta de sus dedos, como si fuera la cosa más frágil y preciosa del mundo. Le hablaba en sus
donación. "Mi familia tenía algo de dinero extra y el teatro lo necesitaba. No tienes que agradecerme". Mentía pa
lesta anoche. Y Damián, la sujetabas con mucha fuerza. ¿Está bien?" Su voz era pu
un sonido seco y despectivo. "Olvídala. Siempre está haciendo dr
é en el espejo. Vi a una extraña con los ojos hinchados y un moretón feo en el brazo. La Elian que lo amaba incondicionalmente, la que justificaba su frialdad y esperaba sus migajas de
dado todo, mi cuerpo, mi alma, mi carrera, mi lealtad, y a cambio reci
ntojaba un pastel de una pastelería exclusiva al otro lado de la ciudad. Sin dudarlo un segundo, Damián
a él. Cualquier necesidad mía era un drama.
ó el brazo herido. No preguntó cómo estaba. "¿Ya se te p
oz era un témpano de
lma. Esperaba lágrimas, acusaciones. "Bien.
cer", dije, mirando hacia la ventana, hacia
s era un cañón vasto e insalvable. Él no entendía mi
mente, incómodo. Se di
n", lo
en la puerta,
n una firmeza que lo hizo tensarse. "
inal. Y por primera vez en mucho tiempo, respiré. Un suspiro tembloroso, cargado de dolor, pero también de una extraña y frágil libertad. Sabía que