img La monja y el inquisidor  /  Capítulo 4 El Despertar de la Sangre Dormida | 26.67%
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Historia

Capítulo 4 El Despertar de la Sangre Dormida

Palabras:2455    |    Actualizado en: 03/07/2025

s riscos de Cornual

mía entre los viejos vitrales, como si el mismísi

vero pero alma piadosa, atendía

el sudor de la fiebre, descansaba agitada en una de las habitaciones

la trajo de manera clandestina usando una de las

había querido ayudar en cuanto supo de la misteriosa paciente. Pero Rowena, firme, la había nega

la mano de la mujer enferma, s

trajeron aquí... -susu

fiebre se los volvió a cerrar. La abadesa, al borde de las lágrima

cultarte pa

embló- ella pregu

erdad... en

l alma. Porque sabía que la llegada de aquella mujer cambiaría todo. Que su prote

techo que parecían mirar desde los cielos, el cardena

su escudo. Sabía que el nuevo pontífi

ía que la elección del pontífice había estado viciada de trampas y engaños, y que más pronto que tarde la verdad emergería. Por eso, deb

Valois. El joven inquisidor, su antiguo pupilo, había caído en una s

dadero camino. Pensó entonces en la única espe

e religión y política. Su creador había sido un hombre legendario, un vikingo lle

ro que abandonó el saqueo para abrazar la fe cristi

res frente a la corrupción del poder. La Orden del Equilibrio aún vivía, en susurros y acciones invisibles, y

ne ya había partido hacia Escocia, en busc

ienne no sabía a qui

i era homb

ca de lo que imaginaba. Borgia suspiró, mirando hacia

que el t

e Di

nto, en una habitación oculta de Cornualles, el destino de

gado con una crudeza

s y frío implacable, trayendo consigo l

se hacía sentir, producto de los estragos d

llevado a los campesinos a la miseria, y en los campos de Cornualles los hombres lu

iraba en el viento, tan

a entre riscos y acantilados, seguía siendo

sido traída en secreto por Geov

il, se había despejado d

abadesa Rowena, no salía de su habitación sino hasta que

cilla: su presencia de

as monjas deb

da de no volver a estar encerrada en la soledad fría de aque

angre sie

o látigos, y el viento parecía querer arrancar las piedras misma

mundo vivo

a burda, que la abadesa le había

esbaladizo, se extendían como arterias verd

dad le pegara el cabello al rostro y que el sonido de los animales nocturnos -el

remo de la abadía, una jove

años, se revolvía una y otra

onjas benedictinas eran a

desnudas, iluminadas apenas por una v

ergón de paja envuelto en una sábana de lino rústico, una manta gruesa para soportar el

comodidad. Solo silenci

o, no podía perm

tud la hab

, más intenso que la obedienc

n, se colocó unos zuecos de m

s de piedra, con arcos de medio punto, iluminados aquí y

, sosteniendo la manta con una mano y con la o

deb

que no

ía prohibido acercarse

y su curiosidad f

vez había pertenecido a las peregrinas enfermas, pe

de una pesada puerta de roble marca

razón latirl

de la puerta llegab

de alguien cami

y entonces, sin saber exactamente por qué, empu

la dejó s

ose por una ventana rota, la figura de

al viento, su manto ondeaba co

a la había vi

a nunca había di

que le heló la sangre, que aq

rincón olvidado de su

sangre dormida... c

rado habían tejido un pequeño refugio para ambas, alejándolas

tó la cabeza en su mano y miró a Eleonora con

reguntó en voz baja-. ¿Qué

té, buscando coraje entre las

a historia de una manera velada... esperando que su coraz

susurro de las brasas- en que una mujer noble

ecer... porque así era el de

ro en alguien que no estaba destinado para ella...

s ojos, embelesad

errores de las mujeres -continuó Ele

u hija, apenas vi

etieron cuidarla... y a ella, la mujer, la enviaron a

como si esa historia resonara en a

nte por qué, sus o

ió a verla? -pregu

con la cabeza, los ojos

spondió, su voz

Imaginar cómo crecería, si

breve

la madera acompaña

hacia Eira y con una mirada carg

ubieras sid

maron, que fueron forzados a alejarse

endida por la intens

to, dejando que su corazón

-dijo finalmente, con un

n estado conmigo... s

que aunque estuvieran lejos, su

reproches, co

mo quien recibe un bálsamo sobre una he

y bajó en un su

e vibraba en la habitación, decid

inclinándose un

ar las cosas del

scapar una risa

sé -m

niega la voz y la voluntad a las

ya era una mujer casada

tros "pecados", se pagan

recordando el ec

ebé... del hombre a

arón al rey, me aisló, me borró

a huido lejos con mi niña... pero una

y salvación más all

bién la mirad

-dijo en voz baja, casi com

vivido en e

. ¿cómo será el mundo

iró con infin

e mucho, pequeña

ombres, la vida puede

, casi siempre, es

suspendidas en el aire

eza profunda que emanaba d

labios sin querer, recordándole qu

e... -dijo con

toca trabajar e

el todo, Eleonora la detuvo tomándola

conmigo..

si fueras mi hija, solo p

ernecida,

en la cama, envuelt

razos con timidez, y

momento

su pecho el calor de la vida que una

na melodía que sanaba poco a p

endo que por fin, después de años

nora fue distinto a cualquie

desa Rowena siempre le ofreció

ternura profunda, de amor incondi

ras el fuego crepitaba suavemente, y el viento d

manto de la noche, amba

del universo, las almas heridas e

s muros, pero en aquella habitación hum

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