funeraria. Estaba sentada en una silla incómoda, mirando el catálogo de ataúdes infantil
tes
ifica tu comentario,
de dolor o preocupación en ella. Al fondo, escuchaba músi
quí, disculpándote con Sofía. La asustaste, ca
de contener la bilis qu
," dije, mi voz sonaba
ro lado de la línea, l
fingir que el mocoso se murió para llamar mi aten
asta, tan profunda, q
que se disculpe con Sofía por romper su perfume y por el be
as por haber golpeado la puerta de la caseta. Un dolor sordo y punzante recorría mis brazos, un recordatorio físico
e rostro cansado, se acercó y me ofreció un vaso
de el cuerpo de mi hijo estaba siendo
an tranquila que me sorprendió a
e shock o de dolor, sino de desconcierto, como
a reír. Una r
estúpido? Es la táctica más patética que se te ha
una tá
fía y yo estamos construyendo una nueva vida, una familia de verdad. No tienes cabida
una risita. Era Sofía. Y luego. un j
éjala. Que h
era melosa, pero
gen borrosa de un feto y el nombre de Ricardo Vega en la esquina superior.
ra la calma del ojo de un huracán. "No
ses de tu teatrito, trae a Ped
divorcio,"
icardo se co
é dij
ivorcio. Te envia
lg
e objeto de plástico y cristal que acababa de cor
No sentí triste
como el acero: Ricardo Vega y Sofía Ram
-