tra propia pastelería, el apellido familiar en la fachada, y los hijos que correrían entre nuestras mesas.
amas de hospital, las manos entrelazadas, una devoción que creí exclusiva para mí. Su pie de foto, una decla
renética al teléfono: "¡Roy, mi amor! Sé que es un shock, pero Máximo me necesitaba. ¡Su riñó
ntonces, salió la verdad más dolorosa, la que ella ignoraba que yo ya sabía: "Entiendo p
tu vida tan simple y tus postres, quizás nunca entiendas." Con esas palabras, las últimas, supe
a cena, que pagara las cuentas de su "amor verdadero". Y lo que es peor, la suya y las de Máximo. En mi tarjeta. La vi con sus oj
ntentando controlarte, incluso con un mariachi para hacer un espectáculo público? ¿Será Ro