ra fue u
que aflojara. La rabia era un fuego en mi estómago, cada galope era un g
pero solo me importaba el viento en mi cara y el sonid
a. En la última curva, cuando estaba a punto de adelantarlo, hizo a
una fracció
dió el equilibrio. Sentí que el mundo se ponía de lado, un torbe
avesó la pierna, segu
ón blanca que olía a des
y suspendida en el aire.
illa junto a mi cama, tan tranquila
o Luciana, sin ningu
, le pregunté,
ana. Miró hacia afuera por un mo
olvió suave, casi amable. "Ya no tienes nada. Ni din
a esto una disculpa? ¿Un
ro. "Te daré un departamento bonito, ropa cara, todo lo que quieras.
ulmones. La humillación era
, logré
ciera mejor. "Ya tengo un prometido. Patrick Trebor. Un acuerdo familiar
e había usado para ganar una apuesta. Ahora quería converti
iente. Quería poseer los ped
lculadores, y sentí un odio ta