fac
rar mi última maleta. Junto a mi madre nos tocaba mudarnos
ciones de verano, ya que Cashmere es nuestro pueblo natal. Aunque, en aquel
o a la hora de la tarde; luego debía regresar a casa antes del atardecer. Estaba lleno de pasto verde y saludable p
montañoso lleno de pinos que se erguían orgullosos, por el cuál adquiría un ambiente misterioso,
s suyas, en donde se decía que los vampiros y hombres lobo lo invadi
adre. Entre bajar las maletas y despedirnos –mi madre y Marina con lágrimas brotando de sus marrones ojos–, se hici
uerto Internacional", y los recuerdos de los días pasados en Cashmere, y de mis años vividos en mi hogar en Porterville, California,
ada en el asiento del lado de la ventanilla, viendo como despegaba el avión y todo se hacía más pequeño,
mis auriculares, sacando mi cuadernillo de anotaciones y empezando a garabatear u
rdaba los auriculares en mi pequeño bolso gris junto con mi MP4 y, al tomar mi cuaderno para g
e los trazos con lápiz negro que conformaban los irises de los ojos, daban una pi
lanca y tersa, cabello negruzco como el mismo cielo nocturno,
as. El mismo sueño que se repetía, como el
eguntó Beatrice, mi mamá,
uelvo como respues
ué me p
-informó con una sonrisa pícara-. ¿H
para
iera mencionar ahora– y caí en cuenta de que ese extraño chico que había dibujado se llamaba Alessander. Tomando de
r a mi alrededor. Con intriga, veía a familias, parejas, e incluso personas solas, caminando sin cesar, hablando entre ellos o simplemente esperando con el celular en la mano. Por un ventanal que dejaba ver la amplia calle
tengo tango aprecio y
n su mirada iluminada, mientras me pasaba la manija de una
ejito Chevrolet azul, con la cajuela del baúl abi
saludó con su radiante sonrisa,
ana. ¡Ha pa
e contarán tod
chee, hasta Cashmere, y me alegraba por ambas. Hacía unos años que mi madre no se veía con su gemela por cuidar de mí, allá en Porterville. Siempre fueron como uña y carne,
dibujo. Todo parecía tan confuso, inesperado, pero simple también. Alg
prano, pero lo haría. Alessander... Un
ítu
años de
nes 16 de oc
rradores que otros, revelando escenas e imágenes teñidas en sangre y fuego... Y otras –en la mayoría su cara, su voz, su risa–, transmití
e estando dormida durante estos últimos cuatro años. Tampoco he visto al propietario de aquel alar
as me siento en la cama, estirando mi espalda que truena agotada. La ventana abierta deja ver el cielo rec
dre se asoma con su impecable sonrisa habitual-, ya son las
con la voz algo ronca,
ta, tomo mi bata de baño y me meto a la ducha. Intento no demorarme, ya que antes del Instituto debo pasar
cabello castaño lacio en un moño alto. Estoy nerviosa, ansiosa, y no sé el por qué. Sumando que el mal dormir por los
ra desayunar. Veo que ya están ellas reunidas en la cocina sirviendo un plato con tostadas, el frasco de mermelada y tres cafés como desayuno. Nuestr
beso en la mejilla cada una, y pas
sitar más de
televisor, en donde el canal de noticias anuncia la desaparición de una mujer de veint
ito sueño››, me doy una cachetada mental tratando de prestar atención a mi alrededor,
cidas, y un escalofrío recorre mi espalda. Por algún motivo no pue
de canal, dejando la transmisión de un reality show-. ¿Terminaste
noto la preocupación en sus rostros y tomo la mochila para salir c
a mi coche color negro brilloso. Andy le había apodado el EllieMov
no de este pueblo son las pocas personas y coches que hay por las ca
, pero mi mente sigue en esa desaparición. Ya es la quinta de esta semana, si bien es la primera en Rock
ara, y su cabellera negra parece bailar desquici
egunto cuando cierra la pu
ó aquí ayer -ni siquiera respira para seguir hablando, y aguanto una risa cuando su cara comienza a tornars
la ceja mientras doblo en la Elberta Ave para
e Italia y que son muy guapos. ¿Y s
los nervios me ganan, pues...- No voy a hacerme ilusiones, además, no sa
historia romántica, aguafiest
er en la escuela, o en algún lugar del pueblo. No sé cuándo, pero debo encontrarlo y saber quién es. Hasta hace una semana era casi un recuerdo guardado bajo candado en mi memoria, pero por razones que desconozco no he podido dejar de pensarlo y soñarlo
resca brisa del otoño nos golpea, y veo a mi amiga ajustarse
trada tiene un escritorio donde la bibliotecaria, la señora María Cromwell –de unos sesenta años, con su castaño cabello velado de surcos de múltiples canas y su rostro pecoso cubierto de arrugas–, lee un viejo libr
quí, además del parque, claro. Jamás fui muy sociable, solo tengo dos amigos aquí, y
Ambas nos quitamos las camperas y las colgamos en los respaldos de nuestras habituale
surrealista, aunque con los nervios que estuve reteniendo estos días, lo más probable es que sea sólo mi mente. Y como si fuese mi imaginación, de un instante a otro dejo de sentir esa ex
conscientemente, miro el hueco en el estante que deja ver
puedo cr
anco. Tantos años esperando verlo, y la conmoción gana. Cua
nte de lucidez, en el que la adrenalina crece inmensurable dentro de mi golpeando mi sistema nervioso, corro desesperada y angustiada h
inación -murmuro con el cora
Seguro f
ada hasta sentarme, y poder apoyar mi frente entre mis ma
mente. El sentido común me dice que eso no fue real, que sólo lo imaginé. Que la saturación de tantos días sin desc
ibros. Elijo uno al azar de entre los que llevo y
de aquí lo an
a a mí rápido y toma mi brazo mientr
.. -suspiro cans
rio? ¡¿
odos lados-. Nadie
si realmente es él,
quiero llorar. Aguantar tantas emocio
ar...
y voy tomada del brazo con Sara, hasta la biblioteca
este libro -le digo trata
s de romance, seguro las disfrutarán. Bueno -golpetea un sello en dos fichas, y nos extiende ambos
onrisa lo más amable que puedo, y tras
to de atrás, y emprendemos camino hacia el In
namiento ya repleto del Cashmere High School, divisando a Andy que ya nos espera, sentado en la escalera de la amplia entrada repleta de adolescentes con e
de saludo, y caminamos los tres por el
curiosea el animado pelirrojo pasando
ries, salieron unas nuevas de
rlonamente-, nunca terminas las series que ves
s que son cortas -con
revuelve el cabello mientras se ríe por la
bre mi padre, pero mi madre prefirió
oya una mano en mi brazo a modo de apoy
entiendo, y es ahora cuando quiero saber, no en unos años -retuerzo mis manos con incomodidad y frustración, hablar sobre mi padre
opta por cambiar de tema, aunque n
hoy en la biblioteca? -les revoleo los ojos y
viste
as se me traban en la lengua. ¿Cómo puedo hablar del tema, si lo más probable es que fue producto de mi imaginación? Es com
dio del pasillo, y varios es
e da un manotazo en el brazo, y s
zo-. ¿Te han dicho que
ose de brazos, ofendida-. Solo te empuj
tros se haya marchado, entre tanto nos acercamos a nuestros casil
abriendo mi casillero
¿por
Como si nunca hubiese estado allí-. Él sólo se esfumó. Así, sin más -su cara totalmente desconcertada hace que suelte un bufido, agotada, y tomo una bocanada de aire para intentar reun
casillero de al lado del nuestro, pero de un instante a otro, s
ene -chilla Sara con los ojos con b
me, mi coraz
ssand