aje gris perla y el cabello rubio ceniza recogido en un moño bajo, levantó la vista al verla. Sus ojos, de un glacial azul claro, escanearo
ra, sintiendo que su vo
in un atisbo de sonrisa, su voz tan
a entrevista de asistente
imientos ágiles de sus dedos, el tecleo
ase, por favor. Es el octavo pi
naje nuevo que añadir a su lista de "material" para su novela, más allá del temible jefe. ¿Doña
rceptible, el silencio solo roto por el suave zumbido del motor que
luminados por una luz fría y puertas de madera
equeña placa pulcra que decía: "Dña. Elena
zcla de respeto y nerviosismo
una voz grave y paus
y detrás de él, sentada en una silla de diseño ergonómico, una mujer de unos cincuenta y tantos años, con el cabello recogido en un moño impecab
ectó una chispa de... ¿lástima? ¿O quizás una velada diversión? No, segurame
de pie con una elegancia contenida, su traje sastre gris oscuro impecable, sin una sola arruga. Ex
uralidad, pero sentía los músculos de su rostro tira
a señaló una de las dos sillas de dise
l escritorio. La mirada de sus ojos oscuros era penetrante, como s
alculada, y Clara se tensó, el corazón golpeándole el pecho. ¿Habría descubierto
, su voz un hilo tenso -Pero busco un cambio. Una nueva ex
na no parecía
sus ojos decían otra cosa, una histor
Soler es... demandante. Es un hombre
que, en su interior, rayaba en la temeridad. "Desafío", pensó, "o m
puerta de madera que parecía fundirse con la pared y golpeó dos veces con l
oncisa. El señor Soler valora la eficiencia sobre tod
rde y sin emoción, resp
del
que ofrecía una vista panorámica del skyline de Madrid y, más allá, el lejano perfil de la Sierra de Guadarrama. Un escritorio inmenso de madera oscura
cos
do. Su figura era esbelta, atlética, con hombros anchos que
n una precisión milimétrica, y una mandíbula fuerte y c
l hielo del Polo Norte y tan penetrantes como la mirada de un depredador, y la evaluaron con una intensidad que la h
su mirada, ni una curva, por m
mostraba cualquier emoción superflua. Clara anotó mentalmente con una exclamaci