se negara a soltar la noche. Danna despertó sentada en la cama, aún con el relicario apretado en la mano. Apenas durmió. Cada vez que cerraba
ro también una advertencia. Y algo dentro de ella, quizás lo poco q
llave. El relicario, el espejo, la fotografía. ¿Por qué C
abrió, revisando páginas con desesperación. Encontró u
La cuna fue el ancla. Su nombre era Elián. Solo su sangre podía abrir
iá
n sus abuelos, en los años de silencio, en las habitaciones que
n, pero no había ti
la trampilla. Subió, cruzó la oscuridad densa, y se acercó a la cuna. A plena vi
. Quería observar
a. No solo eran diseños florales o figuras decorativas. Eran símbol
espiral abierta que terminaba en una goedió. El air
es oyó e
ente, y retiró la tela polvorienta. Bajo esta, encontró algo que no
con manos
ueso. Humano. Infantil. Una vértebra
ayó de
lián" ardía
a del hueso. Entonces, la cuna se sacudió violentamente. Los barrotes crujieron, y
n
. La falta de rostro era ahora un abismo oscuro, y de su
iltró entre los dientes de Danna, helá
podía
cir-. Soy Danna. Vine a ay
l niño
el ático y se desparramó por las paredes. La vela
luz roja surgi
a luz. Lentamente, comenzó a deshacerse. Como humo, su figura se volvió partícula
a estaba limpio, como si nun
voz v
del
la de
o grita. Has sellado e
en el sue
o por
por r
uevo el diario de Clara, buscando pistas sobre la siguiente llave. Encontró un mapa hecho a mano. Una figura
dibujo, u
ngre tocó el reflejo. El sitio donde perdí
e la viej
ra el
l horror apenas estaba