ubes eternamente grises, y el aire tenía un peso que no se aligeraba con la luz. En
o si las sombras hubieran reordenado los espacios a su antojo. Notó que la puerta del sótano estaba abierta
a tierra mojada mezclado con algo más rancio. A pesar del terror que sentía, sus p
un fuerte golpe sonó a su espalda. Dan
el e
roto. Solo estaba allí, en el suelo, intacto. Su reflejo, sin embargo
da frente a su an
ldas. Cabello larg
susurró, s
rando la figura. Con movimientos temblorosos, Danna retrocedió, alejándose del
ble. Caminó hacia el pueblo con paso acelerado, ignorando l
envejecido que la conocía desde pequeña. Él la reconoció de i
ás -dijo con voz grave-. De
Danna-. Nadie nunca me lo dijo. Ni sobre
un instante, como si estuviera debatiénd
ció -dijo finalmente-
nque el sonido l
signif
otra realidad. Tu familia ha vivido allí por generaci
la vida después de la muerte. Según los registros, Matías realizó rituales extraños en la casa, convencido de q
o? -preguntó ella, con
a bibliotecaria. Pero
r qu
enor, hace más de veinte años. Nadie la vio entrar. Pero jur
sin respuestas. Recorrió la sala, el comedor, la cocina. Nada parecía ten
afía que n
n un vestido del siglo XIX. A su lado, un hombre alto, con mirada penetrante: Matías
escrita a mano: "Los que escuchan el l
ue todas las ventanas estaban cerradas. La puer
a
e moho. El aire se volvía más pesado con c
ocía. Velas apagadas, calaveras de animales, objetos que parecían parte
abr
había u
os antes que tú. La casa no perdona. La casa no olvida. Pero a veces.
Del
la nuca. Cayó al suelo, y por
o esta
alrededor. Voces conocidas. Voc
erta... no te d
s, una figur
su m
jos no era