ui
dita situación. No podía creer cómo le había hablado a Cristina, la pérdida total de control que había experimentado. Era demasiado, demasiado obvio para lo que sentía y lo desesperado que estaba. Pero ¿cómo po
ueno defendiendo a otros en el tribunal, pero tenía poco efecto defendiéndose a sí mismo. En cua
Tommy, que si se filtra algo del caso B
los de mármol, con el repiqueteo de sus tacones como un telón de fondo orquestado al son de la élite trabajadora. Se despidieron en mi prese
la la culpable? -respondió, recordándome que fue
no, tuvo que revelar el aspecto más delicado del caso. Respiré hondo, apaci
ntraron a una chica en la cama de Alex en el Hotel Pierre, casi me estremecí al pensar en las catastróficas posibilidades. -Se dedicaron más de seiscientas horas a reuniones para un acuerdo de confidencialidad, lo que r
ca
ué? -Ya sabía la respuest
.. esa en la que baja la barbilla y abre los ojos con inocencia-, admitió
me la había dirigido antes, y si mi mente no hubiera estado ya perdi
la, pronunciando un nombre que parecía casi ilegal en sí mismo, porque lo era. La
el mismísimo sol. -Dios mío. No, Aguilar. Soy un tonto, no un
por lo que pasaría cuando Cristina llegara a casa. Todo era un caos, no tan seguro como se suponía, y de hecho, creo que la conduje por un camino más complicado. Nadie podía siquiera darse cuenta de lo mal que me sentía, de lo mal que me sentía físicament
l pecho, pinchándolo-. Mírame
S
erdes. Que asimiles su as
tegido únicamente por el olor de su loci
lesto-, admit
rar así, quiero que pienses en mí. Si ves su
N
te legal. Me llevaba el café y el correo. Tommy la miró: una pequeña morena con un moño alto, blusa blanca y una falda tubo
Tommy como si fuera una columna de cristal afilado. Lo de
ano-. Sabes que puedo conseguirlo yo misma. Eres la mejor a
n sorbo rápido de café, siempre demasiado absorta para apreciar plenamente la vista de la esquina de la calle Cuarenta y dos Oeste y la Se
lo considerada que eres -le aseguré, dedic
El café es par
ué exact
ntó su reunión
o, pero lo p
o -dudó-. Lina Castillo viene a
sorbo más largo de café y v
de. Se trataba de anoche, de la relación de su cliente con mi Cristina, mi Butterfly. Ya estaba cambiando de humor. Este
Lo interpreté como una pregunta sobre mi preparación para Lina, quien claramente estaba desesperada
el inevitable conflicto. No era como Lina, cuya abrumadora confianza siempre rivalizaba con la mía. A veces parecía que éramos más machos que personas, nuestros cuernos enzarzados en u
con sobre de Belmont Hills. No esperaba que llegara tan rápido, pues anoche le había pedido a Scarlett que lo recogiera después de pedir
licitar este folleto. Por encima de todo, mi mi
ignificaba
la me llenaba de ansiedad, de urgencia. Nunca me sentí tan desesperado, pero desesperado al fin y al cabo. Aunque me fuera ahora
l que creciste aún vive en mí, junto con el miedo que sintió el día que vino a verte, pero en cambio enc
a
a
a
unca podría cansarme de decirlo, y nunca podr
con Claire, con el dedo ardiendo y la mente derritiéndose. No estoy segura de si alguna vez po
que sé, todo lo que me dijeron, fue que mi amor por ti, mi amor
acía responsable, porque, en realidad, eran culpa mía. Cada trozo de cristal roto, de telaraña y de piedra que plagaba mi vida estaba ahí por mi culpa y mi mi
egurándole que nunca más tendría que regresar a la casa de Claire, ni ser molestada por ella, m