is
tabaco, pero lo suficientemente suave como para impregnarme la lengua. Me besó horas atrás en un momento tan monumental que rozó lo catastrófico. La sensación que me gané, la sens
al hombre que apenas conocía. Estaba a la vez libre y encadenado, flotando y hundiéndose, desespera
lo. No podía escapar de su estrecha atención, y si tenía alguna posibilidad de conocer a este hombre, tendría que ser tan observadora como él, porque antes de que arrestaran
da respuesta era mejor que la anterior, cada una más desesperada y emocionada, pero marcada con un feo asterisco de inevitables preocupaciones. No era de Nueva York; n
el mismo té verde que incluso pensé en tomar-. Está muy caliente, así que ten cuidado
e la imagino cerca de un tipo como él. Su ambiente, su es
é, pero sabía muy b
on más fuerza que nadie. Escuchar esta advertencia constante y repetida me resultaba tedioso, o mejor dicho, ensordecedor. Me quedé mirando mi reflejo y mi falda, dándole vue
a como tú, un ángel de Belmont Hills, me
er a qué se refería ni a quién. Se quedó cal
incomodidad de una noche fría en una habitación rancia y luminosa des
recorrió la habitación, calentándome más que el té hervido en mi
que sus cejas o sus ojos color chocolate. Me envolvió, sintiéndonos como si nuestra posición fuera permanente, como si estuviera tallada en piedra. Enterré la cabeza en su pecho, apretándome más contra su cuerpo mientras luchaba contra las ganas de llorar, ateso
¿Estás bien? -Apoyó
ta, pero también con ganas
rovocando el descanso casi eterno de su cama. Imaginé que era del tamaño de una
a mirada seria al hombre que me compró donas-. Sargento Fields... -suspiró, molesta, como si solo hubie
te?- pr
ro ahora también es la
ó Lina, estrechándome la mano con un nivel de profesionali
mas, pero no puedo esperar que pague
e dije que te cuidaría, y eso implica poner a tu disposición solo a los mejores abogados. Lin
supuesto Sargento Fields, quien fruncía el ceño con el Pan de Miel aún en
cuidado...», me advirtió, con una sinceridad que s
la horrible noche que habíamos pasado. ¿Estaba acostumbrado a esto, a trasnochar, a no inmutarse por la falta de sueño? Quizá
s. Era pesada, cubriéndome con el rancio almizcle de prisión que ocultaba el aroma veraniego de su coloni
edo dejar que te vayas y descanses tod
e esp
el aire-. Hay negocios en California que neces
s naturales del rostro de Gabriel se relajaron, divertidas por mi pregunta. Las de Lina
-. Pero puedes quedarte en mi penth
ería volver a casa -respondí, a
la cabeza, sin mo
y el trabajo... Todavía tengo que terminar tu traje. Me en
para que todo eso se
er eso. Neces
aró, sintiéndome completamente atrapada, mi ex novio, ahora un amigo secreto involuntario. Pr
e encargo de eso. N
me acarició la
o hagas, -Lina me mir
encargarme de esto. Permíteme dedicar tiempo a tu tra
idea. «Eso ni siquiera me preocupa. Sé que
useas. ¿Cómo podía ser suya si él aún no podía ser mío? Nuestra relación era diferente; dependía de todos los secretos que
adre, que siempre confiaba en los tipos equivocados? Me negaba a creerlo, a conformarme con las explosiones que vendrían, con la verdad gradual pero inevitable que Gabriel dir
d de que sólo porque Alex Aguilar era un mal chico, no significa