de liberarte o encadenar
ipantes y de aperturar el evento a las 9:00 de la mañana. Así que llegué, antes de mi hor
ntel blanco y una botella de agua mineral, una copa, algunas hojas, un lápiz de grafito
tes, y una hoja de papel doblada en una de sus manos, se aproximaba hacia mí; dió los buen
para informarle que al
tes van de aquel lado –le dije, mos
ió como esperando dijese mi nombre,
a Hernández, la encar
sientos. Sacó su teléfono celular y comenzó a escribir. Yo terminé lo qu
a parar para preguntarle du nombre y vi que ya eran las 9:00. Todos los asientos estaban llenos. Sólo faltaba el escrito
egó Gilbert y comenzó a dar las palabras de inauguración, según el cronograma pautado. Luego encendió el video beam para mostrar una reseña biográfica del escritor,
mi sorpresa, el hombre se levantó de uno de los asientos y caminó hasta el frente. Un calor invadió mi cuerpo. No podía
iento. Tal vez algún día
emblaban mientras levantaba la silla para sentarme. Por un instante quise salir de aquel salón. Pero no podía porque a
o desconocido por mí. Era tan diferente a como lo imaginaba, pensé que sería un intelectual, de esos que te miran por encima de
yo otorgaba mis pensamientos a sus labios carnosos y nariz p
todo prolijamente dispuesto para la actividad, y él en un segundo, no sól
la lluvia cae para que dos seres que se deben algo, se encuentren.
o, oi mi
s de mi libro y entregue uno por cada dos par
o, se lo entregué a él. Apenas uno de sus dedos rozó mis manos y sentí
integrante leerá un párrafo y el otro responderá, co
pto yo, que además de no ser una
, venga, usted t
caía, no que viesen mis piernas, temblar. Pero no sólo eran mis piernas lo que se movía estrep
nte pícara su mirada. Nuevamente son
afán. Acaso es ella, la única posibilidad para acallar estos demonios que rondan en m
ara expandirte y vibrar con el amor –terminé el párrafo, sentía como si est
acarició mis manos arrastra
irme vivo. Mas que sean los labios y la p
, sentí que se inclinaba y cerré mis ojos, e
vuelvan a leer los mismos párrafos. Cuando sientan algo difere
í frente a él. Él en cambio, caminaba hasta donde cada participante levantaba la mano. Incluso hubo un momento
lúteos torneadas en aquel jeans. Era, como si luego de aquel pr