sitas saber está esc
jo de la cama para leer a escondidas alguna de las novelas que mi mamá colocaba en algunos lugares
is trece años; pero sólo a mis veintidos, pude entender aquel mensa
de las lascivas miradas de mi abuelo paterno y el toques
do cuando
toma un
de él hacía su siesta de la tarde. Esa día, me dió el caramelo
é evitó que hiciese algo peor o me obligara a chuparlo como uno de los car
esa tarde y que hoy, al tomar conciencia de lo perverso de sus inten
Universo
abuelos paternos. Prefería ir donde los padres de mi madre, quien
por hacerle caso, al hombre que luego decidiría dejarla por aquella mujer, abandonó sus estudios de enfermera. Algunas veces, me lleva
grande de todas las bibliotecas que haya podido ver. Era un extranjero de origen francés, pero que había llegado desde muy jove
a enorme, de estilo colonial. Y aunque no tenían hijos, doña Es
a Estela de compras al mercado. A pesar de mis dieciseis años, era bastante a
lo en letras incrustradas y doradas: "La Venus de las Pieles" cuyo autor t
de cuero, y comencé a curiosear sobre su contenido. La constelación de imág
ida que seguía leyendo, sentía como segregaba una especie de líquido, me toqué incluso creyendo que sería mi periodo
ntido aquello, con t
har que los perros ladraba con furor. Eso significa
mpañarla. Imagino debió haberse sorprendido por ello. Ya que casi siem
labras que allí se escribían, tuviesen un efecto hipnótico
a joven actriz se convirtieron en mi mayo
que se archivó en mi memoria como un puente elevadizo ca
convertiría en mi mayor instructivo para