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Historia
Mataron a mí compañero,me vengare de todos

Mataron a mí compañero,me vengare de todos

Autor: Anasuya-agp
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Capítulo 1 Mataron a mí compañero,me vengare de todos

Palabras:2265    |    Actualizado en: 25/05/2025

itu

andrógino gay sin virilidad, poca co

profundamente, su alma se quemaba con solo verlo,lo quería ver

infestado de alimañas, su profunda belleza i

lo como atraída

ro que era ese sentimiento, porque está tan inquieta y nerviosa como una adolescente... Mi

unas riendo, y la observaban con

tanta importancia a esos pensamientos; saco el celular de

ngo que encontrar un lugar donde quedarm

penetrantemente; no sabía porque pero Silvia sintió miedo, vio que a media cuadra de dónde ell

la entrada, se acomodo y observo la tienda, era espaciosa con mesas y sillas de roble tallados con alabardos y flores de Liz, en el centro de las mesas había flores de lavandas,cortinas largas y blancas que le

no se dio cuenta que la me

o ofrecer. Su tono de voz no era amable sin

observo que se re

era eso, gotas de sudor se comenzaba a formar en su frente, la chica cada v

la noche aquí parad

a mayor dijo

edido al Alfa, se encuentra en la

rostro colorado como un tomate, tomo

narda, en qué

) quisiera un chocolate cali

n ya se

perteneciera a ese lugar, como si cargara un secreto que todos menos ella conocían. Mientras

os ojos me atraviesan?

del chocolate caliente y las facturas recién hor

uerida. Espero

, señora

a, pero Silvia no pudo evitar notar que

mbre corpulento que la había observado en la calle. Estaba ahora en el umbral de la tienda, con la mirada f

notó la

¿quiere alg

penas movió

narda. Solo est

ados en Silvia, quien sintió que un

entras su corazón comen

narda, sacándola de sus pen

ue... no sé bien por qué.

si entendiera algo que

muchacha. Y cuando llama...

a, pero no venía sola. Tras ella, entró un hombre alto, de cabello rubio y ojos celestes como el claro cielo.

aron, una sensación la gol

onozco... o al menos

Sus ojos la miraron con intensidad, como si tratara de descif

Algo dentro de ella

cincelados como si los dioses mismos hubieran tallado una obra perfecta. Sus ojos, de un azul tan claro que parecían casi celestes, destellaban

ular en el ambiente. Su ceño se frunció al mirarla, sus ojo

ntía que debía bajar la vista, huir, pero al mismo tiempo una fuerza

. La calidez inicial se desvaneció, reemplazada por una frialdad que heló la sangre de Silvia. Sus ojos se vo

bía hecho algo mal, aunque no entendía qué. El silencio en la tienda se volvió d

Bernarda carraspeó,

en voz baja,

uerta con pasos decididos. Sin embargo, justo antes de salir, se detuvo un instante. Silvia lo vio inhalar profun

on la taza de chocolate t

r qué siento que mi vida ac

de compasión y resignación, suspiró

uzan... y nada vue

itu

ña Y lo

aquel encuentro extraño, respiró hond

r donde pueda quedarme unos días? -p

za, como si hubiera esta

tengo una pequeña cabaña al borde del pueblo. Fue de mi juventud, pero ahora, con est

a cabaña rústica, lejos del bull

staría dispues

teresa, puedo llevarla ah

nteaba entre árboles y hierbas altas. Allí, semioculta por la vegetación, estaba la cabaña: una estructura se

paso por aquí -dijo Bernarda mientras e

ue cubiertas de telarañas, estaban sólidas; los muebles, ant

rnarda. Con una buena limp

via, decidida, sacó su cartera y le pa

. Es u

ero antes de irse, se

hay algo qu

antó la vist

¿

o deambule sola después de las diez de la noche. Por su seguridad. Y... -la m

escalofrío, pero

ejo, señora Bernarda

abaña y sintiendo que una parte de su destino acababa de sellarse. La luna, casi llena

rgo y profundo resonó entre los

sí misma, intentando

ora Bernarda te advi

todo estuviera cerrado correctamente. Al notar que las cerraduras estaban bien, r

furia desbordada; estaba asustada,

gran entrar a la casa

o intentó

jado aquí si la casa no fuera s

livio, encontró un termotanque. Lo encendió y, dejando que el agua calie

presa, encontró sábanas perfectamente dobladas, blancas como la nieve y

ensó mientras las

a, apagó el dispositivo. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido, pero el cansancio era más fuerte. A

sonido brutal la sacó de golpe del sueño: aullidos y gruñidos feroces retumbaban cerca

su respiración se volvió errática

i entran? -pensó, apre

urró que mirara. A pesar del pánico, se acercó len

lí l

ña, majestuoso e imponente, con los ojos negros como la noche clavados en la venta

nte a ese ser. Era hermoso, magnífico... y aterrador. Un miedo sepulcral la invadió, pero al

lobo: una mezcla salvaje de lavanda, pino y bosque,

padeó, des

osible que

e su corazón iba a estallar. Sus ojos la observaron intensamente, com

entera. Silvia, presa del pánico, tropezó y cayó al suelo, jadeando. Cuando s

de calmar su respiración.

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