itu
andrógino gay sin virilidad, poca co
profundamente, su alma se quemaba con solo verlo,lo quería ver
infestado de alimañas, su profunda belleza i
lo como atraída
ro que era ese sentimiento, porque está tan inquieta y nerviosa como una adolescente... Mi
unas riendo, y la observaban con
tanta importancia a esos pensamientos; saco el celular de
ngo que encontrar un lugar donde quedarm
penetrantemente; no sabía porque pero Silvia sintió miedo, vio que a media cuadra de dónde ell
la entrada, se acomodo y observo la tienda, era espaciosa con mesas y sillas de roble tallados con alabardos y flores de Liz, en el centro de las mesas había flores de lavandas,cortinas largas y blancas que le
no se dio cuenta que la me
o ofrecer. Su tono de voz no era amable sin
observo que se re
era eso, gotas de sudor se comenzaba a formar en su frente, la chica cada v
la noche aquí parad
a mayor dijo
edido al Alfa, se encuentra en la
rostro colorado como un tomate, tomo
narda, en qué
) quisiera un chocolate cali
n ya se
perteneciera a ese lugar, como si cargara un secreto que todos menos ella conocían. Mientras
os ojos me atraviesan?
del chocolate caliente y las facturas recién hor
uerida. Espero
, señora
a, pero Silvia no pudo evitar notar que
mbre corpulento que la había observado en la calle. Estaba ahora en el umbral de la tienda, con la mirada f
notó la
¿quiere alg
penas movió
narda. Solo est
ados en Silvia, quien sintió que un
entras su corazón comen
narda, sacándola de sus pen
ue... no sé bien por qué.
si entendiera algo que
muchacha. Y cuando llama...
a, pero no venía sola. Tras ella, entró un hombre alto, de cabello rubio y ojos celestes como el claro cielo.
aron, una sensación la gol
onozco... o al menos
Sus ojos la miraron con intensidad, como si tratara de descif
Algo dentro de ella
cincelados como si los dioses mismos hubieran tallado una obra perfecta. Sus ojos, de un azul tan claro que parecían casi celestes, destellaban
ular en el ambiente. Su ceño se frunció al mirarla, sus ojo
ntía que debía bajar la vista, huir, pero al mismo tiempo una fuerza
. La calidez inicial se desvaneció, reemplazada por una frialdad que heló la sangre de Silvia. Sus ojos se vo
bía hecho algo mal, aunque no entendía qué. El silencio en la tienda se volvió d
Bernarda carraspeó,
en voz baja,
uerta con pasos decididos. Sin embargo, justo antes de salir, se detuvo un instante. Silvia lo vio inhalar profun
on la taza de chocolate t
r qué siento que mi vida ac
de compasión y resignación, suspiró
uzan... y nada vue
itu
ña Y lo
aquel encuentro extraño, respiró hond
r donde pueda quedarme unos días? -p
za, como si hubiera esta
tengo una pequeña cabaña al borde del pueblo. Fue de mi juventud, pero ahora, con est
a cabaña rústica, lejos del bull
staría dispues
teresa, puedo llevarla ah
nteaba entre árboles y hierbas altas. Allí, semioculta por la vegetación, estaba la cabaña: una estructura se
paso por aquí -dijo Bernarda mientras e
ue cubiertas de telarañas, estaban sólidas; los muebles, ant
rnarda. Con una buena limp
via, decidida, sacó su cartera y le pa
. Es u
ero antes de irse, se
hay algo qu
antó la vist
¿
o deambule sola después de las diez de la noche. Por su seguridad. Y... -la m
escalofrío, pero
ejo, señora Bernarda
abaña y sintiendo que una parte de su destino acababa de sellarse. La luna, casi llena
rgo y profundo resonó entre los
sí misma, intentando
ora Bernarda te advi
todo estuviera cerrado correctamente. Al notar que las cerraduras estaban bien, r
furia desbordada; estaba asustada,
gran entrar a la casa
o intentó
jado aquí si la casa no fuera s
livio, encontró un termotanque. Lo encendió y, dejando que el agua calie
presa, encontró sábanas perfectamente dobladas, blancas como la nieve y
ensó mientras las
a, apagó el dispositivo. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido, pero el cansancio era más fuerte. A
sonido brutal la sacó de golpe del sueño: aullidos y gruñidos feroces retumbaban cerca
su respiración se volvió errática
i entran? -pensó, apre
urró que mirara. A pesar del pánico, se acercó len
lí l
ña, majestuoso e imponente, con los ojos negros como la noche clavados en la venta
nte a ese ser. Era hermoso, magnífico... y aterrador. Un miedo sepulcral la invadió, pero al
lobo: una mezcla salvaje de lavanda, pino y bosque,
padeó, des
osible que
e su corazón iba a estallar. Sus ojos la observaron intensamente, com
entera. Silvia, presa del pánico, tropezó y cayó al suelo, jadeando. Cuando s
de calmar su respiración.