olor marfil. Cada rincón destilaba opulencia, como si el dinero pudiera disfrazar la realidad de lo que era: una jaula dorada. Un p
trastaba con el pesado silencio que se cernía sobre ellos. Su vestido de novia pesaba c
in mirar a Adrián, comenzó a quitarse los alfileres del cabello. Las horquillas cayeron una a una sobr
bo dramatismo en sus movimientos, solo la cadencia pausa
esperes nada d
daga envuelta en terciopelo. No era solo un
able de siempre y la colgó en el respaldo de un sillón. Su expresión
para forzar a
eración pequeña pero significativa. Sus tacones cayeron de lado con un golpe hueco cont
a él, cruzánd
que tuvieras intenciones de cons
s de desabrocharse los gemelos de la cami
ulsivo. Si quisiera al
tante lo cómodo que parecía en esta situación, como si nad
exagerado. Hundió las manos en la suavidad del satén, disfrutando el contraste frío contra su piel calie
aría un contrato de negocios. Luego se acercó al minibar y sacó una botella de whisky, llenando un vaso
se siente casarse con alguien que
onrió si
rido,
y bebió un sorbo pausado, disfrutando del ardor del licor, deslizándose po
burro con
so. Su esposo. ¡Qué absurdo sonaba eso! Un extraño con el que había compart
ona, aunque sus ojos reflejaban una promesa distinta-. Pero si hay algo
esde su altura, la miró con una intensidad que hizo qu
de esposa pien
ellos, como un choque de placas tectóni
a sentir el calor que emanaba de su cuerpo, el sutil aroma de su loción mezclado con el whisky
epientas de cada expecta
n no p
expectativa
ro esta vez sin
repárate para que este matr
con un golpe suave, dejando atrás a un Adrián que, por primera vez
isionado. Y ninguno de lo
guridad de quien sabe que es observada. Su pijama de satén se adhería a su piel, marcando cada curva con una sutileza provocadora. La fina tela de tirante
cción; su mirada se deslizó lentamente por su silueta, deteniéndose en los pequeños detalles: la forma en que la tela se ceñía a su cintura, el leve balan
moño alto, dejando expuesta la elegante curva de su cuello. Desde el reflejo, atra
-murmuró con suavidad, como si compartier
ndar era seguro, pausado, el de un hombre que nunca se apresura, que se mueve con la certeza de que el mundo se ajustará
, finalmente, su voz má
o el peso de aquella tensión suspendida en el aire. Adrián estaba tan cerca que podía
uedar frente a él-. ¿Vas a quedarte ahí parado
e su piel. Sus manos se flexionaron a los costados, como si se contuviera de toc
iendo su propio pulso acelerado. No había esperado que se rindiera tan fácilmente, pero
le devolvió la imagen de un hombre cuya máscara de autocontrol acababa de resquebrajarse un
ba a ser un
... es que parte d
s de rosas, sin importarle aquello. Abrió las sabanas y se adentró en ella,
a estaba completamente dormida en gran parte de la ca
murmuró mientras secaba su cabel
la cintura, esperando que se levantara molestar. Para su mala jugada, solo le