para de escritorio proyectaba sombras alargadas en las paredes, dándole a la habitación un aire sombrío, casi lúgubre. Él estaba sentado en su impo
bre de negocios duro, implacable. Un hombre que medía el valor de las personas por su utilidad. Su madre, Patricia, había sido una p
ualquiera,
-gruñó Eduardo, dejando su copa de
palabra que dijera solo empeoraría las cosas. A su lado, su hermano Alan, de solo cinco a
¿Es tan difícil de entender? -insistió
sta. Sabía que no debía mostrarse
só una mano temblorosa
... es so
brusquedad-. Es mi heredero.
upo que no importaba cuánto se esforzara
ta al pr
cia había sido un entrenamiento constante para ser el hombre que ahora era: frío, metódico, inca
lo sacó de sus pensamiento
ustración ante
un buen
ento velado-. Solo quería recordarte que no eres el único que tuvo una infancia di
to que me p
o tal vez sí necesitas recordar que, si sigues viviendo par
e rabia le rec
s a compara
l. Y ya olvida lo que pasó con e
sus errores. Y, sin embargo, esa voz en su cabeza nunca dejaba de recordarle que, a veces, la sangre pesa más qu
aje a medida, con el mundo a sus pies. Pero, si miraba lo suficiente...
erlo logrado. Aunque su pa
pidos nuevamente, esta vez eran unos toques en la puert
inguna expresión en su rostr
habló su padre, Eduardo Cisneros, tirando una carpeta sobre el escritorio con un
nea pero muy hermosa en esas fotos. La observó detenidamente, analizando cada detalle de su rostro, s
que es heredera, estudió Lengua y Literatura, Escritura Creativa y está
er? ¿Quién en su sano juicio
y sus padres nos vieron como una buena opción -explicó
? -indagó Adrián, sintiendo
le quedó de otra -respondió su
dolor de cabeza. Se imaginó a una mujer contestona, desafiante, que no se dejar
? -preguntó Adrián, sintie
su padre con frialdad-. Es l
para la familia -murmu
se-. Y tú, como mi hijo, tienes la re
ntó, cerrando la carpeta y d
conocerla -respondió su padre-.
pondió Adrián, sin nin
la oficina, dejando a Adriá
en la carpeta. Era hermosa, no podía negarlo. Pero su rebeldía lo preocu
r en el matrimonio, no ahora. Tenía muchas cosas en
en su mente. Su rostro angelical, su so
ajaba en su mundo, ni siquiera en sus gustos. Él siempre había sido un hombre de negocios, un hombre que v
y observó la ciudad desde su oficina en el piso 20. La lluvi
quería ser un hombre frío y calculador. Pero, al mismo tiempo, sentía la presión de
mpoco era como si quisiera encontrar el amor, ya no creía en eso, pero sí quería
mientos. No podía permitirse dudar, no ahora. Ten
. Renunciar al legado Cisneros y hacer una vida como CEO de su propia empresa. Aunque la