arpeta manila donde, cuidadosamente, guardaba el ultrasonido. Aún no sabía si mostrarlo o decirlo con palabras. Lo habí
a. Y Alejandro t
, una ráfaga de perfume caro y aire acondicionado la envolvió como una bofetada.
dro, con la amabilidad justa para no parecer indiferente-. El señor
cina principal sentía cómo las palabras que había preparado se le escapa
udad de oro y carmesí, pero él apenas lo notaba. Llevaba puesto su clásico traje azul oscuro, sin una arruga. Su reloj de acero brillaba con arrogancia. Y, junto a é
rse del todo, sin sonreír, sin acer
n saber si cerrar la pu
-respondió con voz firme,
y se recostó en la esquina del escritor
to? -preguntó ella a Alejandro,
, sin mirar a Valentina. Como si el mu
sar, esa sonrisa que decía "él ya
r fin se volvió hacia ella, pero su
a ahora?
l. Le dolía que le hablara as
mbarazad
o cayó com
ño no se frunció. Sus hombros no se mo
a? -fue lo ún
que se le rompía
ndió hacia él-. Fui al médico esta mañana. Tengo ocho seman
trasonido durante exactamente tres segundos y lo dejó
a negociación con Singapur. Esta
incrédula-. ¿Te refiere
rtante-. No estoy diciendo que no me import
lágrimas, pero no iba a derramarl
¿Cuando decidas que ya no eres demasiado imp
n ese tono que usaba cuando discutí
El aire en la habitación
s, pero el hombre del que yo me enamoré... -hiz
es, como si no pudiera con
comprometidos. Íbamos a
alguien le hubiera arrancad
? -preguntó,
e se
rasonido de vuelta en la carpeta
da -dijo-. No voy a rogarte atención ni ayuda
cia la puerta. La abrió con firmeza
tan helada como la suya había sido-.
e f
ego miró la ciudad a sus pies. Su reflejo en el cristal parecía el de un hombre
bía que era el principio de