da sobre los hombros y las piernas envueltas en una manta. Tenía el cabello húmedo, sin peinar, y el rostro aún marcado por la palidez
mpañó del hospital a casa, solo la miraba con la mezcla exacta de respeto, cuidado y ese afecto silencioso q
iversidad, pensé que me ibas a pedir ayuda con las es
nrió déb
reír de mí por llevar ese su
o tibio lo
r estar -su
estar -respondi
Había dejado de llorar desde que escuchó ese pequeño corazón latien
y a hace
on calma, y se
vez... bien. Esta vez sin vo
lo miró, c
quiere
ó frente a ella, sobre la mesa baja. La abrió. Docume
irme-. Si quieres proteger a tu hijo, necesitas desaparecer del mapa.
quedó
hablando
e hacer. No va a perdonarte que hayas ocultado que el bebé vivió. Ni ella -dij
a bajó l
tuvo que ver co
fue demasiado oportuno, demasiado específico. Querían hacer daño s
a cerró
voz anónima diciendo "No hagas preguntas, solo
los papeles con el nombre n
s su
cía que no podías volver a esa vida. Me moví con contactos. Amistades del pasado. Es legal
cife, criada en São Paulo, nacionalizada portuguesa.
tiene pasado -dijo Va
-replicó Tomás
ragó s
ú? ¿T
n una mezcla de
Pero si me dejas quedarme... Cl
vez. Lleno de promesas que no hacían falta
piró hondo. C
dame a enterra
tomó de
olo existe Cl
con fuerza
a poder salvar a su hijo. Y en su lugar, nació otra. Una que no
on una mezcla de vértigo y alivio cuando firmó el formulario en la pequeña oficin
Paulo en un vuelo sin escalas. Pero Clara nunca subiría a ese avión. En el último momento, justo antes de cruzar migración, entregó su pasaporte a un emple
el Atlántico, a pocos kilómetros de la costa marroquí. Falla t
orre de
jandro lo ignoró al principio, concentrado en los informes de expansión de la filial europea. Pe
¿
ticias. El vuelo 317 de Lisboa a Sã
abrió en s
Qu
len
go sil
ás se
asajeros. Su nombre está a
ro la imagen de Valentina -la última vez que la vio, de espaldas, firmando sin titubear los pa
o simplemente la imposibilidad de
mirando por la ventana, sin
a con mur
mientras un asistente le probaba un
RASIL, SIN SOBREVIVIENTES. ENTRE LOS P
evantó de su asiento y c
señora? -pregu
estoy... m
mpagne. En público, lloró unas lágrimas falsas por "la pobre mujer que fue algu
rincón
da en el sofá con las piernas cruzadas, una mano en s
ura de esto
ar la vista de la pantalla apagada-. Ahora sí...
. existes má
z en días. No era una sonr
or mí. Por este bebé.
Adentro, una mujer renacía entre