stado se rompió. Sus músculos ardían, pero no se detuvo. La furia que lle
viera a tus puertas -comentó Kael, su esc
limpiándose el
palacio, en los bosques, incluso en los c
brazos, su ex
pacto con fuerzas que ni siquiera los sabios d
uelo y se volvió hacia él, su
mpre he hec
tendía, pero que parecían llamarlo. Siguiendo el sonido, llegó a un claro iluminado por una luz que no pare
reguntó, dando u
tes de que pudiera decir algo, desapareció como un espejismo, dej
jando rápidamente. No sabía quién era ella, pero