no de la ciudad, y dándole vueltas a la propuesta de Daniel. Era como un eco persistente en mi cabeza, una oferta
rtar sola. Mis opciones eran pocas, y en esta, la salida parecía estar al alcance de mi mano. Sin embargo, la idea de
gnificaba renunciar a parte de mi vida privada, dejar de lado lo poco de libertad que aún tenía. Conocía a Daniel lo suficiente para saber que él no haría esto si no fuera
sando en cómo reaccionaría cuando su hijo apar
mirarme con otros ojos que no fueran de desaprobación, que sus comentarios sutiles me herirían. Pero, si acep
Tendríamos que aparentar algo que ambos sabíamos era solo un contrato, una especie de actuación diaria, com
os, directo y controlador. Y yo, simplemente, necesitaba el dinero. Esa combinación
ncontraba exhausta, con los pensamientos
tener unos minutos de paz antes de que el caos del día comenzara, especialmente con Daniel. Pero aque
excepciones? Tenía que serlo. Él no era del tipo madrugador; normalmente aparecía un p
a la conversación que estaba a punto de tener con Daniel. Respir
me desde dentro, como si h
ocumentos, pero al verme, dejó todo a un lado y se inclinó hacia a
e a hablar con un solo gesto de la mano-
ía que mis manos temblaban levemente. Había repasado mis p
Y voy a aceptar, pero quiero que
n interés. Mi voz era firme, inc
esto es estrictamente un acuerdo comercial. No q
r nada. Luego, una pequeña sonrisa, ape
lara. Esto es solo
a situación o que intentara hacerme sentir que esto era algo más de lo que realmente era.
y mirándolo con una mezcla
s, dime, ¿qué
almente comprendía en lo que me estaba metiendo. Finalmente,
lentendido. Después, quiero que te mudes a mi casa. Si esto va a funcionar, necesitamos
. Sabía que era parte del acuerdo, pero imaginarlo y escucharlo d
¿Algo más q
omo si estuviera considerando c
iarte, ponerte a prueba o incluso hacerte dudar. Pero mientras te ma
no sería fácil, pero la forma en que Daniel hablaba de ella me h
espondí, intentando que
atisfecho con
eerlo con calma y, si estás de acuerdo, firmaremos. Te recomien
e mis hombros. Había tomado la decisión de aceptar, pero ahora que
n la misma frialdad calculada qu
a, bienvenida a
a estreché. Al hacerlo, supe que estaba sellando no solo un acuer