sa fea. ¿Y todavía pensaba que el señor Leonardi le permitiría acercar
esto de su cuerpo mientras se arrastraba hacia la habitación. Las ná
desapareció. Y se recostó en la ca
ncia de ese cuerpo, sus ojos tan az
como una bestia loca. Ríete de ti m
hecho de que pensé que la polla
a Vanda lo que vio. ¡Defnitivamen
, tumbada encorvada entre la maleta
sura de la boca con el dorso de la
ía panales en las comisuras de sus
invisibles, lo más extraño. Se levan
uando se dio cuenta de que vivía en la casa de un millonario. Cuando lle
armario, parecía una suite de hotel,
cación del lujo y la ostentación. Ad
inodoro acolchado, había una bañera
antes de la pared de cristal que la
maginó dando un paseo en bicicleta
el ambiente. Estaba seguro de que si
vorecían la vista de los elegantes az
red de cristal. Tan pronto como te
a, de 18 años, la que vivía al lad
todos los chicos del barrio y vest
tiquetarla, decía que era mejor ser etiquetada que ignorada, despué
hoy? jajaja" ¡Qué broma! Manuela s
jar a desayunar y luego tengo una r
? La señal no era al 100% por esos
l mensaje, se paró frente al espejo
rse. De hecho, odiaba hacerlo. Sólo t
una festa. Usó sus dedos para pein
ones irregulares, hasta sus hombr
me pegó a la parte superior de la
a Vanda había dejado sobre la cóm
color discreto, no lo identifcó c
s en el bolsillo superior del polo, d
a mansión, ya que Joel vestía su p
a. El agua brotó en un chorro fuerte
uscó el champú a su alrededor y lo
tipos de champú y acondicionador,
dulce fragancia con un ligero toque
ma. Luego lo enjuagó y terminó de l
no encontró otros así, tomó el qu
ue se ajustaba a su delgado cuerpo,
e de un bibliotecario, todo de bu
orme militar. Decidió no usar sosté
siempre caían sobre sus hombros. Se
ía parecer lo más profesional pos
en el vestíbulo de la planta baja. Había al menos media docena de emplea
a otro, demostrando que sabían exac
a otras tres, mujeres con gorras
deja. Se detuvo en medio de la hab
puerta de lo que parecía ser la despen
eparando el desayuno para los niño
mano hacia la mesa donde yacía un m
e con pan, galletas y un plato pequ
. Manuela miró la comida y, de pronto, su estómago soltó el desánimo
res cucharadas grandes de azúcar. T
a tía se sentó frente a ella. - El s
Después de tomar tu café, ve allí y
, mordiendo con avidez el pan caser
ella riéndose. - Es muy formal y exigente, pero no es el hombre del
mesa y rápidamente se lo metió en la boca, sonriendo torpemente. - Lo s
mo vivías en Porto Al