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Las preocupaciones nunca habían sido un factor en la vida de Amelia, siempre tan despreocupada y serena. Sin embargo, recibirá una tormenta una vez deba firmar un contrato. Sin elección a negarse. Pero no es la única afectada en aquel embrollo tan caótico y ruidoso. Liam, nunca había sido el prototipo de ejemplo a seguir se sentía a gusto con su vida y el compromiso no se encontraba en sus planes. Ambos atados a un par de anillos y tinta sobre un papel. Con miedo a enamorarse y a dejarse llevar. Estancados y unidos el uno al otro hasta que la muerte los separe. Podrá el amor surgir en esta pareja que fue forzada a unirse.
La familia Crek, había resonado en todo el país desde que Amelia, tenía memoria, siempre iban un paso adelante y nadie podía negar el gran porte de elegancia que aquellos dueños de múltiples empresas emanaban era como si el tiempo se detuviera por un instante cuando se hacían presentes en una habitación, como si sintieras el poder y la decisión con la que caminaban, tan seguros y perfectos y es que ¿como no iban a serlo? Lo que nadie sabía es que estaban por arruinarle la vida a su única hija o al menos así lo veía aquella joven, quien jamás había soltado tantas lágrimas como la noche en la qu
e sus padres le dieron la noticia de que se casaría con un completo desconocido.
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El agua tibia cayó sobre el rostro de Amelia, empapándolo todo, la presión de aquella regadera resultaba perfecta y el vapor no tardó en impregnarse en el espejo del baño al igual que en las grandes puertas de vidrio de la regadera, una vez hubo terminado su baño matutino se colocó una de las batas blancas que siempre tenía ya preparada en su baño personal y salió hacia su habitación, tomó un minuto para observarse a sí misma en su reflejo, tenía grandes bolsas moradas bajo sus ojos verdes y su reflejo se veía vacío, ella se sentía vacía, se desconocía totalmente, se sentía como una cobarde pues a decir verdad lo era, una vez sus padres le dieron la desagradable noticia de que debía casarse e hicieron énfasis en que aquella decisión no era opcional, debió haber huido decidida a no dejar que le arrebataran su vida y su libertad, pero ella era Amelia Crak, jamás le diría que no a sus padres aunque aquello le costara su vida y toda su felicidad.
A los pocos minutos de salir de la regadera y de quedarse a sola con sus pensamientos durante unos minutos su madre no tardó en aparecer, su madre Meredith, era una pelirroja hermosa la cual siempre irradiaba alegría y su perfume resaltaba cada vez que pasaba por algún lugar, su madre era de las personas que más felices se encontraba con la idea de casarla, siempre había soñado con ver a su pequeña adorada en un vestido de bodas blanco y de encaje y hoy por fin cumpliría su mayor anhelo.
-¿Que estás haciendo? -Preguntó Meredith, mientras pasaba a la habitación sin siquiera preguntar si había sido invitada.
-Nada solo estaba pensando un poco. -Añadió Amelia mientras soltaba una sonrisa con los labios cerrados.
-¡Oh cariño! Se que probablemente debes estar muy nerviosa. -Añadió su madre mientras se acercaba a Amelia y la abrazaba.
-La verdad no estoy nerviosa. -Añadió la pelirroja.
-¿Enserio? -Preguntó su madre como si no pudiera creerlo.
-No quiero casarme mamá. -Comentó Amelia.
-Ya lo hablamos Amelia, el matrimonio en la vida de toda mujer es lo más importante. -Añadió Meredith, mientras sacaba de su bolsillo una pequeña caja de terciopelo rojo.
-Ya lo sé pero no con un desconocido. -Respondió Amelia, quien tenía un semblante triste en su rostro.
-Tu padre y yo éramos desconocidos cuando nos casamos.
-¡Claro que no! Al menos eran amigos cercanos yo a ese chico no lo conozco de nada. -Contesto Amelia.
-El hijo mayor de los Russ, es de lo más amable querida te enamorarás de él en cuanto lo veas. -Respondió Meredith. -Quiero darte esto. -Exclamó la madre de Amelia, mientras sacaba algo de aquella caja pequeña y roja.
-¿Que es eso? -Preguntó Amelia con excesiva curiosidad.
-Es el anillo que use el día de mi boda y el que utilizo mi madre y su madre. -Comentó Meredith.
Amelia se sentía confundida al tener aquella reliquia familiar en sus manos como si aquello no le perteneciera realmente, sin embargo ignoró dicho sentimiento y únicamente agradeció a su madre con una sonrisa en el rostro.
-¡Gracias mamá! Es hermoso. -Añadió Amelia, mientras le brindaba a su madre una sonrisa con los labios cerrados.
-No hay de que mi hermosa niña. -Respondió Meredith. -¡Ahora vámonos! Que has de llegar tarde.
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En menos del tiempo previsto la familia Crek estaba camino a casar a su única hija, no quisieron realizar una ceremonia aún pues sentían que aquello sería demasiado para los jóvenes y pronto recién casados, nunca los habían visto juntos así que presentarlos en sociedad de aquella forma y con tal rapidez no haría más que ambas familias se orillaran a la vergüenza y eso jamás sucedería.
El auto de los Crek, se estacionó de una maniobra, una vez estuvo estático todos salieron de aquel auto, Amelia, vestía un vestido blanco un poco largo no lo suficiente para tocar el suelo pero tampoco dejaba ver sus tobillos, era un vestido casual, nada muy elegante o exagerado, llevaba el cabello suelto a los lados y no se había colocado maquillaje la realidad es que la pelirroja no había hecho ni siquiera el mínimo esfuerzo por su imagen, la familia esperó unos minutos y el auto de los Russ, no tardó en aparecer, Amelia podía sentir la tensión consumir cada fibra de su cuerpo cuando vio a aquella figura masculina salir de ese auto.
Liam, traía un elegante traje acompañado de una cara de pocos amigos, su cabello castaño resaltaba, sus hermanos menores no tardaron en salir del auto y acercarse a la familia de los Crek, el primero en saludar fue Albert, el padre de Liam.
-¡Mi querido amigo Edward! -Exclamó Albert mientras le brindaba un abrazo y un apretón de manos al padre de Amelia.
-Que bueno verte de nuevo. -Respondió Edward, mientras correspondía al abrazo.
-¡Tu hija está hermosa! -Exclamó Albert nuevamente.
Como si de alguna forma alagar a la pobre chica compensara todo lo que estaban por hacerle solo por querer más dinero.
-Gracias. -Respondió Amelia mostrando indiferencia.
Meredith, observó a Amelia con cara de pocos amigos y fue como si su hija pudiera leer en su mirada que debía comportarse, no quería hacer quedar mal a su familia frente a su futuro "esposo".
-¡Liam ven aquí! -Exclamó Albert.
Liam, no tardó en obedecer la orden de su padre, el castaño se mostraba aún más indiferente que Amelia ante toda la situación.
-¿Si? -Preguntó Liam, como esperando una orden de su padre.
-Saluda a tu futura esposa y a tus suegros. -Añadió Albert.
Liam, soltó un gran suspiro y se limitó a obedecer aquello mientras le propinaba un beso en la mejilla a todos los presentes, no era difícil darse cuenta que tampoco estaba conforme con dicha situación, Albert, nos observaba maravillado como si en aquel momento estuviera viendo el dinero llenar su billetera, todo estaba saliendo relativamente bien hasta que fue el turno de saludar a su futura esposa, Liam, le propinó un beso en la mejilla y estuvo a la altura de su oído para que nadie más lograra escuchar lo que planeaba decirle a la pelirroja.
-Te arruinare la vida hasta que decidas darme el divorcio ¿lo entendiste? -Exclamó el castaño haciendo que Amelia se quedara estática.
Sin embargo la pelirroja no era ingenua y si algo no estaba dispuesta a hacer era dar su brazo a torcer, así que le devolvió el saludo de la misma forma, un dulce beso en su mejilla y tuvo que colocarse de puntillas para lograr llegar a la altura de su oído.
-Te ganare en ese juego una y otra y otra vez. -Respondió Amelia, con actitud destaruda y retadora ante el castaño.
Liam, se limitó a sonreír cínicamente de lado y en aquel momento Amelia, supo que su matrimonio sería una tormenta y que por desgracia ella estaría en medio de la misma.
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