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Solo fue aquel camino equivocado que tomé el que me hizo sonreír una vez, haciendo que aquella perdida se convirtiera en una linda casualidad que me hizo seguir adelante, olvidar aquello que me hacia mal, poniendo en mi mente tus bellos ojos grises. Aunque la distancia y aquellas personas nos separen, siempre serás tú.
Capítulo 1.
*Cuando la vida te regale personas y lindos momentos,
no te sorprendas, te lo mereces*
...
Para cuando el cielo se encuentra totalmente cubierto de azul con las pocas estrellas que se logran ver, doy cuenta que me encuentro totalmente perdida. Hace unas horas atrás, he recibido un llamado de parte de mi madre pidiéndome que nos encontremos cerca del centro comercial, luego de que el horario de clases acabase. Pero yo, que aun no tengo un automóvil propio, me desvié del camino de siempre, para llegar más rápido, supuse yo, porque claramente no fue así, fue peor y terminé perdida.
Me perdí de los lugares en los que frecuento siempre, las casa y edificios que me rodeaban hace unas horas, bonitos y bien decorados, terminaron siendo pequeños, o grandes y sucios, donde los ventanales se encontraban quebrados y las paredes ralladas con spray. Incluso algunos pareciesen que en cualquier momento se caerían a pedazos. Tenía miedo, aunque no soy de juzgar, este lugar da escalofríos. No sabia donde me había metido y lo peor, el frio que comenzaba a caer de la noche, comenzaba a calar mis huesos.
Tomo mi celular para fijarme en la hora, ¿Mi mala suerte puede cambiar? No, mi celular se encuentra apagado sin batería y ahora estaba aquí, en medio de un lugar que daba miedo y que además no conocía.
Seguí mi camino tratando de ubicarme por el mismo camino por el que venía, todo estaba desolado, ninguna persona pasaba por este lugar, pero si se escuchaban las voces de estas dentro de los edificios, gritos enojados y risas de otros.
Suelto un suspiro tratando de relajarme un poco, no debo tener miedo, no ahora cuando más necesito de valentía, porque, es decir, tengo casi 20 años, puedo cuidarme solita si algo llegase a pasarme, así que sacando una valentía de no sé dónde, me acerco a la puerta de una de las casas por el simple hecho que es la única de la que no se escucha nada de gritos o risas dentro. Toco tres veces esta con mi mano echa un puño y espero unos pocos segundos hasta que esta se abre dejando ver a un hombre alto y mayor, con barba blanca y barrigón. Sus ojos estudiaron mi cuerpo por completo pero no de una manera extraña, si no que mi vestimenta podría decir cualquier cosa, pero algo en mi interior me dijo que tenga cuidado cuando lo veo acercar el cigarrillo entre sus dedos a sus labios para aspirar y soltar el humo cerca de mi rostro.
-¿Quién eres? - pregunta con voz seca, volviendo a recorrer mi cuerpo alzando una ceja cuando nota que no respondo a su pregunta.
-Yo... yo, lo siento señor, pero me he perdido y no tengo batería en mi celular - le respondo sin tartamudear manteniéndome serena - me preguntaba si usted dejaría que use el suyo para llamar a mis padres, por favor.
Mi voz educada no cambiaba nunca y eso a veces me deja con una rabia que no demuestro. Fui criada por personas de una muy alta sociedad, mi personalidad es gracias a ellos aunque a veces me gustaría cambiarla.
-No tengo celular - responde negando.
-Oh, entonces me voy - le doy una media sonrisa, con agradecimiento - muchas gracias de todas maneras.
Me estaba dando media vuelta cuando una mano se aferra a mi brazo, no fue brusco, pero me asustó y gracias a ello pegué un pequeño grito chillón que hizo que él me soltase.
-No tengo celular, pero mi hijo sí - respondió dando unos pasos atrás - Está en su habitación, lo llamaré.
Asiento sin esperar una disculpa al agarre que le dio a mi brazo y espero. Me dejó ahí afuera con la puerta cerrada, esperé varios minutos y ya estaba comenzando a desanimarme pensando en que ya él señor no vendría. El frio comenzaba a subir, el vapor salía de mi boca y nariz cada vez que respiraba. Miraba mis manos y estaban azules, mis guantes los había dejado en casa pensando en que no llegaría tan tarde.
Cuando estuve a punto de darme la vuelta y volver por el mismo camino intentando buscar a otra persona que me ayudase y poder llamar a casa o a mi madre, la puerta se abrió dejando ver nuevamente al hombre barrigón y de mirada seria.
-No quiere bajar - me dice alargando la mano con un celular en ella - pero toma, llama.
Asentí mostrándole una sonrisa de agradecimiento y lo tomé. Era un celular simple de botones que hace mucho tiempo no veía, pero en este momento era mi salvación.
Marqué el número de la casa, dos, tres, cuatro timbres después y nadie contestó, solté un suspiro de lamento y marqué a mi madre, ella si respondió al instante y el grito que me dio me hizo alejar el celular de mi oído.
-¡Willow Fisher! - gritó mi nombre, su voz sonaba enojada, mi ceño se frunció y un deje de tristeza apareció en mi rostro, el hombre lo notó - ¡Donde te metiste! Estamos hace más de una hora intentando llamarte, estamos aun aquí y tu ni luces. Son más de las once de la noche ¡Niña!
Mis ojos se abrieron con impresión al escuchar la hora que era. Miré a mi alrededor sin darme cuenta de que el hombre ahora no estaba solo, una pequeña niña de risos negros y de lindos ojos azules estaba ahí a su lado, tomando su mano intentando esconderse detrás del hombre.
-Mamá, no sé dónde estoy - le dije. - ¿pueden venir por mí?
-¡Donde te metiste! - su enojo era muy notorio y la tristeza que estaba comenzando a sentir no era bonita, mis ojos se llenaron de lágrimas que aguante como pude.
-No lo sé, estoy con un hombre que me prestó su celular para poder llamarte, el mío se quedó sin batería - le respondo suspirando.
-Pásame con él.
Asiento volviéndome a acercar al hombre quien acariciaba la cabeza de la pequeña de lindos ojos.
-Quiere hablar con usted, señor - él asiente tomando el celular que le entrego.
Se aleja unos pasos logrando que no escuche lo que dice, me quedo sola con la niña, sus ojos quedan plantados en los míos y como el hombre hizo, recorrió mi cuerpo con asombro.
-Que linda eres - dijo y se dio cuenta que fue muy directa porque se llevó las manitos a la boca. - lo siento.
-Tranquila, bonita - le digo poniéndome a su altura. - muchas gracias, tu igual eres muy bonita.
-Mi hermanito dice que tengo mis ojitos como el cielo - me dice acercándome para tocar mi abrigo - pareces una princesa.
Reí viéndola acariciar la piel suave de mi abrigo.
-¿Eso crees?
Una voz bajando las escaleras me hizo pegar un saltito con asombro al ver al hombre que bajaba las escaleras.
-¿Con quién hablas, Anelisse? - la grave voz del chico que ahora me miraba con interrogación, haciendo lo mismo que los dos anteriores recorrió mi cuerpo completo hasta poner una extraña cara. - ¿Quién eres tú?
-Yo... - no dije nada cuando la voz del hombre me hizo voltear la mirada.
-Tu madre viene en camino, puedes esperar aquí adentro, no hay problema - el hombre seguía con la voz seria y el mismo ceño fruncido con el que lo encontré. - espero no verte nunca más por aquí, niña. Las personas como tú, no deben estar por estos lados.
-¿Quién es ella, papá? - el chico le pregunto tomando a la pequeña para que se aleje de mí.
-Alguien que está perdida, no la tomen en cuenta, ya se irá.
Ninguno dijo más, el chico no quitó sus ojos de mí, el hombre se fue a algún lugar en el segundo piso y la pequeña estaba ahí, jugando con una muñeca sucia sobre el suelo.
Pasaron dos horas y mi madre no aparecía, tenia frio y hambre, pero ninguno me dijo nada, el hombre volvió a bajar y salió, sin antes darme una mirada interrogante seguro preguntándose el porque aun sigo aquí.
Mis ojos se cerraban, no estaba acostumbrada a dormirme tan tarde y eran más de las dos de la mañana, el chico aún seguía ahí, solo que ahora jugaba con su celular. Mis ojos terminaron por cerrarse, llevándome a un sueño no muy bonito.
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