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En el pasado muy lejano, los seres humanos creían en los dioses y los veneraban con vehemente fe. Sin embargo, una enorme envidia los corría y por eso, inconscientemente, desde que el homo sapiens posó su vista sobre el horizonte prehistórico, allá, en la Tierra, tomó la decisión de que lograría de alguna forma destronar a sus mitos para sustituirlos en todas sus envidiables cualidades: salud, fortaleza, inmortalidad, perfección y belleza. Esa intención ha sido la motivación última de la humanidad desde siempre, y ahora henos aquí, cada vez más cercanos a ese logro, allí, tan tangible, accesible, posible, nítido... Pero apareció Marcos, extraído desde las ruinosas entrañas de la Tierra, para hacernos recordar lo que fuimos antes de ser casi perfectos y para hacernos ver que lo que creíamos habían sido solo ganancias, pueden haber sido, más bien, grandes pérdidas. El tesón nos ha dotado, finalmente, de todo lo que antes era monopolio divino, salud, fortaleza, inmortalidad, perfección y belleza, pero también perdimos en nuestro afán de progreso y bienestar a nuestra amada Tierra, nuestra libertad y nuestra compasión. También el derecho a la intimidad, al amor y a la pasión. Sí, somos casi como los dioses que hombres como Marcos veneraron en el pasado, pero él nos ha hecho preguntarnos si ha valido la pena ser como ellos. ¿Quién puede responder a una pregunta tan importante que ha sido formulada tan tarde?
En la Tierra, los territorios sumidos en la oscuridad nocturna se iluminaron súbitamente mientras aquel fatídico evento tenía lu¬gar. Sin embargo, aquella luz que les envolvió no provenía de los astros que decoraban el cielo, con la Luna a la cabeza, sino que irradiaba del propio mundo, proveniente desde pequeños objetos dispuestos en toda la superficie del planeta. Se trataba de miles de naves cuyos cohetes expulsaron sus llamaradas, prestas a vencer la gravedad que las mantenía a ellas y a sus ocupantes sujetos al moribundo mundo del pasado humano.
Aquello ocurría en una atmósfera de ensueño, como entre las tinieblas del subconsciente del hombre, que no que¬ría creer que esa hora crítica y cataclís¬mica de la historia estuviera ocurriendo.
Todas esas naves partieron a la vez y sin previo aviso, para sorpresa de quienes quedaron en tierra, abandonados a su suerte de acuerdo a los planes de las sabias mentes pasadas y presentes del mundo. En donde la luz solar brillaba era fácilmente discer¬nible lo que ocurría: vieron los abandonados elevarse sobre sus cabezas innúmeras columnas de vapor que seguían a las pequeñas cápsulas que se acercaban con arrebatado ímpetu a las nubes para luego atravesarlas y desaparecer al cruzar la delgada tela de luz que cubre de azul el cielo y que impide ver más allá de aquella cúpula máxima. Pero donde era de noche, la cúpula estelar era toda confusión, solo visibles cientos de intensas luces que, como bolas de fuego, flotaban en medio de la oscuridad y se elevaban sobre la tierra, creando una suerte de cuasidía a medida que la luz, producto de las llamaradas, se extendía sobre llanos, montañas y mares.
Junto al ascenso impetuoso de las naves, un estruendo ensordecedor avisó a las masas abandonadas que ocurría algo que no podían controlar. Despertaron alarmados quienes en la parte nocturna del mundo pernoctaban para descansar un poco de su mísera vida, y se unieron a quienes abandonaron sus labores de gente miserable en la parte iluminada por el sol. Todos se vieron juntos en la misma situación: habían sido abandonados a su suerte, ignotos y marginados... como siempre.
En las alturas de los tugurios verticales en los que se habían convertido los antiguos rascacielos de Nueva York, en otro tiempo capital de facto del mundo, vivía ahora una humanidad pordio¬sera que había invadido aquellas estructuras en busca de alguna protección contra el agresivo mundo natural. Esos tristes seres vieron aquellas fatídicas nubes luminiscentes que crecían hacia el cielo; se les hacían borrosas, pues las lágrimas les nublaban la vista. Mientras tanto, las horas del mediodía estaban a punto de llegar a París, bañadas las raídas avenidas de la otrora ciudad más romántica del mundo por una abrasadora radiación veraniega, a la vez que la mitad superviviente de la Torre Eiffel, oxidada y vieja, despedía lánguidamente a los que se iban; quedó pronto la ciudad envuelta por las columnas vaporosas que crecían hacia el cielo. Moscú, ya en las primeras horas vespertinas, veía cómo se abrían las nubes de la tempestad ante el paso soberbio de las na¬ves, que producían grandes boquetes en el gigante techo gris que encapotaba el cielo. En la apenas habitada Hong Kong, el rojizo crepúsculo de la tarde vestía aquellas columnas de vapor de un bello color rosa.
Desde el interior de las naves, quienes abandonaban la Tierra se preguntaron qué sería de ese mundo y de los que allí queda¬ban. Muchos de estos viajeros, algunas de las mentes más bri¬llantes de la civilización de esos días, hubieran querido permane¬cer allí solo para observar los cambios finales que se estaban dando en ese mismo instante en el planeta que, hasta ese día, había sido el hogar de la humanidad. Sin embargo, no podían dejar de sentirse afortunados a la vez, porque por lo menos no sufrirían los embates de aquella muerte tan terrible que padece¬rían de seguro los que quedaron atrás. Miraban por las pocas ventanas de las que disponían aquellos pequeños vehículos espa¬ciales, si el movimiento excesivo se los permitía, para dar un último vistazo al mundo que habían conocido, que ellos y sus ancestros habían lastimado tanto y que ahora se vengaba tan cruelmente, echándolos para siempre. Pero más desdichados que ellos fueron los que se quedaron abajo, sujetos firmemente por la Tierra, esos que observaron las naves mientras abandonaban un mundo cuya promesa última había sido la muerte para todos esos infelices que no lograsen emprender tan anhelada huida; a ellos les tocaría recibir tan ignominiosa ofrenda.
Las miradas perdidas y asombradas de los niños brillaban con un leve destello de alegría mientras veían elevarse hacia el cielo las naves, pues las confundieron con un espectáculo pi¬rotécnico que fascinaba a sus inocentes ojos; pero, extrañamente, también existía en sus miradas un dejo de preocupación, pues se daban cuenta, no obstante su inocencia, de que sus ojos alegres contrastaban con los de sus furibundos padres, quienes, una vez más y esta vez de forma definitiva, comprendían que ellos, los marginales de la Tierra, serían de nuevo pasto de muerte y en última instancia sufrirían junto a sus hijos las consecuencias de los finales y definitivos espasmos telúricos a medida que el pla¬neta moría. Por eso, al saberse otra vez burlados, algunos grita¬ban iracundos a las naves, mientas otros tantos lloraban desconsolados.
-¡Queremos ir! ¡Queremos ir! ¡No nos dejen morir aquí!
Gritó desesperada una mujer hacia el mar en Río, con la desolada ciudad en ruinas a sus espaldas, mientras cerca del marítimo horizonte nocturno las luces huían. Sus hijos estaban aferrados a sus faldas y, aunque la brillante belleza de las luces en el horizonte les encantaba, no podían dejar de llorar junto a su madre, ya que la desesperación que percibieron en ella les hacía presentir que tiempos duros se aproximaban.
-¿Y qué será de nosotros? ¿Y qué de nuestra memoria? ¡Yo también soy memoria para la humanidad! ¿Mi memoria no cuenta? -sollozaba un muchacho en India, de unos quince años, viendo a Bombay rodeada de las columnas de vapor. Se sentía abandonado y traicionado, como todos junto a él.
Mi familia era pobre y tenía que trabajar medio tiempo todos los días solo para pagar las cuentas y estudiar en la universidad. Fue entonces cuando la conocí, la chica bonita de mi clase con la que todos los chicos soñaban salir. Era muy consciente de que ella era demasiado buena para mí. De todos modos, reuniendo todo mi coraje, le dije que me había enamorado de ella. Para mi sorpresa, accedió a ser mi novia. Me dijo, con la sonrisa más bonita que he visto en mi vida, que quería que el primer regalo que le diera fuera el último iPhone de gama alta. Un mes después, mi arduo trabajo finalmente valió la pena. Pude comprar lo que ella quisiera. Sin embargo, la pillé en el vestuario besando al capitán del equipo de baloncesto. Incluso se burló despiadadamente de mis defectos. Para colmo, el tipo con el que me engañó me dio un puñetazo en la cara. La desesperación se apoderó de mí, pero no pude hacer nada más que tirarme en el suelo y dejar que pisotearan mi orgullo. Cuando nadie lo esperaba, mi padre me llamó de repente y mi vida cambió. Resulta que soy el hijo de un multimillonario.
Durante tres años, Jessica soportó un matrimonio sin amor mientras su marido fingía impotencia. Sus mentiras se desvelaron cuando apareció una amante embarazada. Tras seis meses recopilando pruebas en secreto, Jessica se deshizo de él y construyó su propio imperio multimillonario. Tras el divorcio, se transformó en una figura irresistible, atrayendo admiradores. Un día, al salir de su oficina, se encontró con Kevan, el hermano de su exesposo. Él intervino, enfrentándose a ella: "¿Acaso era solo una herramienta para ti?". Los labios de Jessica se curvaron en una sonrisa tranquila mientras respondía: "¿Cuánta compensación quieres?". La voz de Kevan se suavizó. "Todo lo que quiero eres tú".
Ellos no saben que soy una chica. Todos me miran como si fuera un hombre, un príncipe. Su especie compra humanos para satisfacer sus lujuriosos deseos. Y cuando ellos llegaron a nuestro reino para llevar a mi hermana, intervine para protegerla. Fue así como ellos también terminaron comprándome. El plan era escapar, pero mi hermana y yo nunca tuvimos una oportunidad. ¿Cómo iba a saber que nuestra prisión sería el lugar más fortificado de su reino? Se suponía que debía quedarme en el anonimato, pues no tenían un uso para mí. Solo era alguien a quien nunca debían comprar. Pero entonces, el hombre más poderoso de la salvaje tierra, su despiadado rey bestia, se interesó por ese "principito bonito". ¿Cómo podremos sobrevivir en este reino brutal, donde todos odian a los de nuestra especie y no tienen piedad de nosotros? ¿Y cómo puede alguien, con un secreto como el mío, convertirse en una esclava sexual? Nota del autor: es una novela de romance oscuro, apta solo para mayores de edad. Espera varios temas sensibles, como la violencia. Si eres un lector experimentado de este género, buscas algo diferente y estás preparado para entrar sin saber qué es lo que te espera, ¡entonces sumérgete en esta aventura! . De la autora del bestseller internacional "La Esclava Más Odiada Del Rey"
Eda Calloway y Christopher Davenport, se han unido en matrimonio por acuerdos familiares, claro que ninguno de los involucrados alberga sentimientos hacía el otro, es más Christopher siempre estuvo enamorado de su primer amor, Patricia Grenville, pero el amor no era más fuerte que los Imperios y los intereses familiares, aquello obliga a Christopher a tomar distancia de su gran amor. Patricia viaja a los Estados Unidos mientras que los Davenport cortan todo lazo y toda conexión de los enamorados, es así que Christopher empieza a sumergirse cada vez más en el mundo Empresarial hasta coronarse como uno de Empresarios más influyentes de Inglaterra, Escocia entre otros Países, hasta que sus familiares encuentran la candidata perfecta para su esposa.Eda Calloway, es el epítome de la dulzura y la fragilidad, una joven que irradia pureza y encanto con cada paso que da. Su inocencia, reflejada en su mirada clara y su disposición amable, es lo que la hace destacar en un mundo lleno de ambición y máscaras. Como heredera de la prestigiosa familia Calloway, Eda combina elegancia natural con una humildad que desarma incluso al más frío de los corazones.Los Davenport la han elegido como esposa del Gran CEO, Christopher Davenport, no solo por sus impecables conexiones familiares, sino porque Eda posee un aura especial, capaz de atravesar las murallas que Christopher ha construido a lo largo de los años. Su dulzura contrasta con el carácter frío y calculador del CEO, convirtiéndola en la pieza que equilibra y complementa su personalidad.Para la poderosa familia Davenport, Eda representa no solo una alianza estratégica entre dos linajes prominentes, sino también una esperanza de que su calor y bondad puedan suavizar el alma endurecida de Christopher, despertando en él emociones que ha mantenido enterradas durante años. Su capacidad de ver lo mejor en los demás y su inquebrantable optimismo la convierten en una figura única, destinada a marcar una diferencia en la vida del gran Davenport.
Tras dos años de matrimonio, Sadie por fin estaba embarazada, llena de esperanza y alegría. Pero su corazón rompió cuando Noah le pidió el divorcio. Durante un atentado fallido contra su vida, Sadie se encontró tendida en un charco de sangre, llamando desesperadamente a Noah para pedirle que la salvara a ella y al bebé. Pero sus llamadas quedaron sin respuesta. Destrozada por su traición, abandonó el país. Pasó el tiempo y Sadie estaba a punto de casarse por segunda vez. Noah apareció enloquecido y cayó de rodillas. "¿Cómo te atreves a casarte con otro después de haber dado a luz a mi hijo?".
"Durante su trabajo de medio tiempo en un bar clandestino, Wendy se emborrachó accidentalmente. Cuando se despertó, se dio cuenta de que la habían confundido con una prostituta y que había perdido su virginidad. Después de tener una aventura de una noche con Charlie, un hombre increíblemente guapo, Wendy tiró doscientos dólares para defender su dignidad. Sin embargo, el comportamiento arrogante de Wendy molestó a Charlie, quien, en venganza, volvió a llevarla a la cama. ""¿Qué quieres?"", dijo Wendy molesta. ""Asumir la responsabilidad de lo que te hice"", respondió Charlie sonriente. ""¿Pero cómo?"", Wendy continuó. ""Al seguir acostándome contigo""."