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Fui despedida el día en que un aguacero torrencial inundó la ciudad. Mi jefe me miraba con decepción, como si fuera la culpable de todos los males del mundo. A su lado, Laura, la pasante, lloraba con ojos rojos e hinchados, sus hombros temblaban en una actuación digna de un Oscar. "Ximena, no puedo creer que hayas intimidado a Laura y saboteado la propuesta del cliente" , dijo mi jefe, su voz grave y distante. Ricardo, mi novio y colega, la persona en quien más confiaba, asintió lentamente, sin mirarme a los ojos: "Sí, jefe. Vi cómo Ximena le gritaba a Laura. Y el archivo del proyecto... Ximena fue la última en modificarlo" . Sentí un frío glacial recorrerme la espalda. Era la traición, pura y helada. Laura, con solo un mes en la empresa, tenía una habilidad sobrenatural para torcer la realidad, diciendo las mentiras más descaradas con la cara más inocente. Yo, que intenté ser su mentora, me convertí en su víctima. "No es cierto" , susurré, pero mi voz era débil. Laura sollozó más fuerte: "Ximena, sé que no te agrado... pero no pensé que llegarías a esto para deshacerte de mí" . "Recoge tus cosas, Ximena" , ordenó el jefe con frustración. Esa noche, la depresión me golpeó con la fuerza de un tren. Perdí mi trabajo, mi reputación y al hombre que amaba, todo en un solo día. Mi nombre estaba manchado en la industria, Ricardo dejó de contestar mis llamadas. Me hundí en un pozo oscuro del que no parecía haber salida. Y entonces, una mañana, abrí los ojos. La luz del sol se filtraba por mi ventana, cálida y brillante. No había nubes de tormenta en el cielo. Tomé mi celular: la fecha me dejó sin aliento. Era el día en que Laura, la pasante, llegó a la empresa. Había regresado. No sabía cómo ni por qué, pero me habían dado una segunda oportunidad. Una sonrisa lenta y fría se dibujó en mis labios. Esta vez, las cosas serían diferentes. Esta vez, no sería la víctima. Esta vez, ellos pagarían.