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Sofía despertó el día de la fiesta de la vendimia, el día en que su hijo, Mateo, había muerto en su vida anterior. El recuerdo la golpeó con una fuerza aterradora: la negligencia de su esposo, Javier, y la muerte de su pequeño. En su vida pasada, Javier había priorizado sin límites a Isabel, la viuda de su mentor, y a su hija, Valentina. Regalos caros, tratamientos médicos privados para Valentina, mientras Mateo se conformaba con un simple bocadillo de mortadela. La humillación se hizo costumbre: Mateo fue obligado a arrodillarse bajo el sol por una acusación falsa de Valentina. El punto de quiebre fue cuando Javier engañó a Mateo para una transfusión de médula ósea "para salvar a Valentina", debilitando gravemente a su propio hijo. ¿Cómo pudo un padre elegir, una y otra vez, a extraños sobre su propia sangre? ¿Qué clase de amor ciego destruía a su propia familia en nombre de una promesa obsoleta? El corazón de Sofía se rompió al ver a Mateo, su pequeño, abrazar a Leo, un amable médico, y llamarlo "papá" . Mateo rechazaba por completo al hombre que lo trajo al mundo, el mismo que lo había abandonado en sus peores momentos. Javier, ciego, se negaba a aceptar la realidad, convencido de que todo era un berrinche. Pero Sofía ya había tomado una decisión irrevocable. Esta vez, no lloraría ni esperaría. Retiró cada céntimo de sus ahorros, firmó el divorcio y se llevó a su hijo para siempre. ¿Podría Sofía construir un nuevo comienzo, lejos de la sombra de Javier, y encontrar la verdadera felicidad para Mateo y para ella misma?