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Isabela Rojas y Mateo Vargas, cinco años de casados, con un acuerdo inquebrantable: no tendrían hijos. Pero la llegada inesperada de dos gemelos adoptados, Leo y Luna, trajo una chispa de esperanza a Isabela, haciéndola soñar con la maternidad biológica. Por ello, Isabela acudió a una clínica de fertilidad. Allí, el ginecólogo le reveló una verdad escalofriante: su útero había sido extirpado hace cinco años. El consentimiento para esa operación, disfrazada de "intervención menor" , lo había dado su propio esposo, Mateo. Esa misma noche, oculta, Isabela escuchó a Mateo confesar: su útero había sido trasplantado a Valeria Montes, la hija de un socio, para que esta diera a luz a los verdaderos herederos de los Vargas. La supuesta enfermedad terminal de Valeria era una mentira. La vida de Isabela se convirtió en una tortura dentro de su propia casa, sufriendo humillaciones constantes y dos intentos de asesinato. ¿Cómo podía el hombre a quien amaba y en quien confiaba ciegamente haberla mutilado, traicionado de la manera más cruel imaginable y usado su cuerpo para sus propios fines retorcidos? La sorpresa se trocó en confusión, luego en dolor devastador y, finalmente, en una ira helada. Consumida por la rabia y el deseo de venganza, Isabela dejó de ser una víctima. Contactó secretamente a un abogado y, reuniendo pruebas delictivas y videos incriminatorios, se preparó para destrozar el imperio de mentiras de Mateo. La guerra acababa de empezar.