Por los sonidos que vienen del suelo, sé que está corriendo. Me coloco de forma que me vea en cuanto entre en la habitación y, como esperaba, grita y se lanza a mis brazos.
-¡Ares! ¡Has vuelto!
La levanto y se aferra a mi cuello. No me dejo llevar por sentimentalismos, pero las lágrimas de la nieta de nuestra ama de llaves al enterarse de que he vuelto de un viaje de tres meses a Grecia me conmueven.
Estoy dividido entre el país donde nací y Estados Unidos. No he podido decidir dónde me estableceré definitivamente, aunque probablemente sea aquí, en Estados Unidos, ya que es donde viven mis tres hermanos mayores.
Paso la mayor parte del año en este país por la universidad. Y siempre que vengo a Nueva York, paso a verlos para asegurarme de que estén bien.
No hay razón para que conservemos esta casa. Nuestro abuelo falleció. Esta residencia era su hogar lejos de Grecia, pero ahora no la necesitamos. Sin embargo, ninguno de nosotros tiene el valor ni el deseo de decirle a Vina Marcotte, la mujer que dedicó su vida a servir a nuestra familia aquí en este país, que vamos a vender la propiedad donde vive con su nieta porque no tiene sentido quedárnosla.
Oye, ¿cómo te comportaste en mi ausencia?, pregunto.
-Muy bien, porque quería que estuvieras orgulloso de mí.
-Tendré que repasar todo lo que pasó mientras estuve fuera para asegurarme
-¿Qué significa 'revisión'?
-Para comprobarlo. Para ver si realmente eras una buena chica, como dices.
Arruga la nariz, haciendo una mueca tierna. -No miento, Ares, y jamás te mentiría, porque te quiero. Eres mi superhéroe.
Su vida, hasta que fue a vivir con su abuela, fue un verdadero infierno, pero ahora nadie volverá a hacerle daño.
-Y lo seré, para siempre. Te protegeré, Sam
Lo que no tengo idea en este momento es cómo esa promesa me perseguirá en el futuro.
HARLEY
PRÓLOGO DOS
Pasado
NUEVA ORLEÁNS
- Harley , pequeño demonio, ¿dónde estás?, oigo gritar a mi tía Remy desde lejos.
En realidad no es mi tía. Es amiga de mi madre. Mis padres fallecieron, y ahora es ella quien me cuida.
-¡Harley , eres el demonio de la Tierra, muchacha! ¡Maldito sea el día en que acepté cuidarte!
Echo un último vistazo al atardecer y luego al cuaderno en el que estaba dibujando.
No hay nada en el mundo que me guste más que una puesta de sol. Quizás dibujar.
El cielo se está volviendo rosa, como un helado de fresa. También tiene algunas líneas naranjas, pero el rosa lo domina todo, y me encanta.
No hay color más bonito. Tengo un solo vestido rosa y ya me queda pequeño, pero cada vez que lo uso, ¡me siento preciosa!
Me acuesto y miro al cielo, aun sabiendo que podría costarme una paliza. No puedo irme todavía.
Las nubes se extienden, como si fueran algodón de azúcar esponjoso. El sol, casi oculto, me despide. Hoy llovió, y me encanta el olor a hierba mojada.
-¿Qué haces ahí todavía, insoportable? ¿Soñando despierto?
Sí. -No, tía, estaba dibujando.
Intento mostrarle el cuaderno, pero en lugar de mirarlo, ella me sonríe y siento un escalofrío recorrer mi espalda.
Mi tía nunca ríe ni sonríe a menos que esté a punto de hacer algo cruel, como el día que tiró al fuego la única foto que tenía de mis padres.
Agarra la hoja y, mirándome, la parte por la mitad. Aún no ha terminado. También toma mis tres lápices de colores y me mira fijamente. -Ahora veamos cómo sigues soñando despierto en lugar de hacer tus tareas.
Tengo ganas de llorar, pero finjo que no. Solo lo hice una vez, cuando rompió esa foto. Mientras sentía las lágrimas correr por mis mejillas, dijo: «No tiene caso armar un berrinche, porque no me conmueve».
Ya no lloro. Llevo un año viviendo con ella, y aunque sea muy mala conmigo, sonrío porque no quiero que vea que me entristeció destrozando mis cosas.
Mi maestra me dio las cosas, y el día que las llevé a casa -un cuaderno de dibujo, tres lápices y unos crayones de colores-, la tía Remi dijo que las había robado. Mi maestra tuvo que venir al día siguiente y jurar que no había robado nada, que era un regalo.
Aun sabiendo la verdad, mi tía les contó a todos los vecinos que robaba. También le dijo a su madre, una señora a la que solo he visto una vez en mi vida y que vive en el norte de Nueva York, que soy un ladrón y que le causo muchos problemas.
Soy un problema todos los días. Sé cocinar, limpiar y barrer toda la casa, y solo cuando todo está listo vengo... o sea, solía venir a dibujar, porque ahora no tengo lápices.
-¿Qué? ¿No vas a llorar? se burla de mí.
No, porque le gustará que llore. Mi tía es mala, y estoy casi segura de que me odia. -¿Llorar? ¿Por qué?
Ella entrecierra los ojos y casi espero una bofetada. Estoy cubierto de sudor frío por el miedo, pero no me acobardo.
Levanto la barbilla.
Alguien la llama por su nombre en la puerta, y probablemente sea la única razón por la que puedo salirme con la mía esta vez.
Se da la vuelta como si se fuera, pero luego me mira de nuevo. «No eres una buena chica, Harley , y nunca lo serás. Tu destino es estar en la miseria, mendigando comida. Sola, sin amigos ni familia».