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Joana tuvo una noche pasión. Y por más que intenté olvidar a ese hombre de ojos verdes, simplemente no lo puede olvidar. Revive esos momentos cada noche. Como si fuera un demonio sexual. Sin embargo, el recuerdo de esa noche, las fantasías en sus sueños es nada comparado a la realidad. ¿Qué hará Joana cuando vea que su incubo está más cerca de ella de lo que piensa? ¿Correrá, o hará lo mismo que la vez anterior, caer en sus brazos?
-¿Puedes intentar reducir los costos de esto? No quiero tener que hipotecar mi casa cuando me llegué la factura-le expresé con una sonrisa a mi secretaría.
-Qué exagerada eres.
Le guiñé un ojo, y continué viendo los documentos que tenía enfrente de mí. Al leer rápidamente me di cuenta que algunos tenían fallos que debían de ser corregidos inmediatamente.
-Sandra, te necesito-llamé a mi secretaria nuevamente.
Unos minutos después, ella entraba con una sonrisa y me decía:
-Dime, Joana.
Le tendí el documento mientras le decía:
-Hay errores en este documento. También necesito que cambies las cifras. Algunas están mal.
-Por supuesto-los tomó de mi mano, y dijo con seriedad-. Los tendrás listos en media hora.
-Eres un amor-le dije sonriendo. De pronto recordé algo, y la llamé antes de que saliera de mi despacho-. Sandra, ¿puedes hacerme el favor de decirle a mi hija que no llegaré a cenar? Hay demasiado trabajo como para que lo terminé temprano.
Sandra me miró seria.
-¿Crees que es buena idea? Hasta donde tengo entendido ella no quería que fallaras a la cena que tenían programada desde hace dos semanas.
-Lo se...-mi voz estaba llena de impotencia, pero le hice un gesto al trabajo que tenía por delante-. Pero estoy hasta el tope de trabajo. No creo poder terminar hasta en la madrugada.
-No creo que debas de faltar, Joana. Hasta donde sé, Mariana tiene pensado presentarte a su novio.
Abrí los ojos sorprendida por esa nueva información.
-¿Cómo?
Me hizo un gesto de obviedad con sus manos.
-Creí que lo sabías. Ha estado esperando esta noche por días.
Mi mano fue a mi cabeza cuando empecé a sentir dolor.
-No puede ser. Ella no me dijo nada. Creí que estaba queriendo pasar más tiempo conmigo. Por lo del trabajo y todo eso-me detuve mientras miraba a mi secretaria sin tener un pensamiento coherente y funcional-. Ahora en serio tengo que ir a esa cena.
La sonrisa de Sandra estaba llena de alivio.
-Haces bien. Además, el trabajo estará mañana. No ira a ningún lado.
Asentí.
-Entiendo, entiendo. No digas más. Cuando sea la hora me avisas para no llegar tarde. Y por favor, consigue una reservación en un buen restaurante. Ni siquiera creo que tendré tiempo para llegar a cocinar.
-De eso no te preocupes. Haré una reservación en tu restaurante favorito.
-Por favor-le sonreí aliviada, para después decirle entre risas-. Ahora, dediquémonos a trabajar.
-Sí, señora.
Al verla saludar como un militar, negué mientras sonreía.
-Loca...-susurré mientras continuaba con el trabajo.
Ni con la ayuda de Sandra, había terminado pronto. Por fortuna, el restaurante que pensaba cenar con mi hija y su novio, se encontraba muy cerca de la oficina. La cual era la razón de ser mi favorito. Aparte de la buena comida, se encontraba cerca de mi trabajo. No tenía que ir a lugares muy lejanos para comer delicioso.
Al entrar por las puertas doradas, casi pude visualizar a Mariana mirándome en reprimenda. Pero no había llegado tarde. «No mucho, en realidad»
Diez minutos de la hora prevista, era un tiempo tolerable.
Así que cuando le dije mi nombre al maître y rápidamente me llevo a mi mesa. No tardé mucho en localizar a mi hija entre tantos comensales. Su cabello rojizo era como una llamarada en medio de blanco y negro.
Una sonrisa se instaló en mi rostro al verla.
Una joven con unas curvas que ni en mi juventud se vieron tan bien como en ella. Sobre todo, por la herencia irlandesa de su padre, esos genes hacían que se viera más exótica. «Si es que eso era posible» Mi hija era una belleza que podía dejar hechizado a cualquier hombre que quisiera. Por eso no me extrañaba que tuviera novio. Era la sorpresa de que había tenido y no me había dicho, lo que me había dejado un sabor amargo en mi estómago.
«¿Dónde está esa comunicación y confianza que siempre nos teníamos?»
Al caminar por entre las mesas, Mariana no tardó en darse cuenta de que había llegado. Por la forma en que me miró, hacía tiempo que había estado esperando.
«Dios, ¿Quién era la madre de las dos?»
Casi supervisó la hora de nuevo para saber si no solo eran diez minutos de tardanza, pero el maître me dejó en mi mesa, y con un agradecimiento de parte de las dos, se retiró.
-Has llegado tarde, madre-me regaño mi hija al estar medianamente solas.
Acomodándome en mi silla, que era la que estaba enfrente de ella, para tener una vista perfecta del pretendiente de mi hija, y hacer mi movimiento de madre protectora.
-Tenía mucho trabajo-contesté a esa pregunta no dicha en voz alta-. Intenté llegar lo más rápido que pude, pero no me fue posible.
-Lo sé, Sandra me dijo que tenías mucho trabajo. Por suerte Bruno ha decidido ir al baño, y no se ha dado cuenta de tu impuntualidad.
Deje de sonreír al oír el nombre del misterioso novio.
-¿Mi impuntualidad? ¿Qué hay de tu falta de comunicación? ¿Cuándo pensabas decirme que tenías novio? -al escuchar mis preguntas, decidió sentarse recta mientras evadía mi mirada.
«Está niña no va a cambiar nunca»
-Bueno, tengo veinte años, mamá. ¿Qué creías que seguía haciendo? ¿Jugar mis Barbies? Es obvio que no.
Me enderecé en mi silla al sentir ese ataque directo. Ella me estaba recriminando al no darme cuenta de que los años pasaban y que ella ya no era una niña. Pero lo que no sabía es que, para mí, siempre iba a ser mi niña.
Sin dejar ir el comentario tosco, comenté:
-No exactamente jugar «Barbies», pero un poco de advertencia no estaría mal. Sandra tuvo que decirme para que me enterará ya que mi amada hija-enfaticé «amada» y continué con mi regaño-, no me dijo nada.
Ella me miró exasperada.
-Por favor, mamá. No quería decirte nada porque realmente no sabía si él era el indicado.
Eso me detuvo en seco.
-¿Este chico Bruno? ¿Él es el indicado?
Lamió sus labios, un signo claro de que se encontraba indecisa.
-Aun no lo sé, pero él es lindo-y una sonrisa picará salió de su rostro-. Y tan ardiente. Necesitas verlo, mamá. Es súper, súper, súper sexy.
-No me importa que tan sexy sea-hice comillas con mis manos cuando pronuncié la palabra "sexy", y seguí diciéndole-, lo importa es que trate bien. ¿Para qué tener una cara bonita si después te va a ser daño?
Mi hija me miró molesta.
-Por Dios, mamá. Solo me gusta, tampoco he dicho que lo amo. Ni que voy a casarme con él o tener sus hijos. Hasta ahora, siento que podría-hizo comillas con sus palabras cuando dijo esa última palabra-, ser el indicado. Es una posibilidad, no un hecho.
Haciendo un gesto al camarero, le comenté.
-Mira, no estoy regañándote ni nada. Ni siquiera estoy juzgando tu gusto en hombres. Solo digo que debes de ver más allá de lo sexy que sea un hombre.
-¿Cómo que tanto le mide? -preguntó por lo bajo cuando llegó el camarero con nosotras.
-En parte-secundé con una sonrisa traviesa, pero continué quitando la sonrisa de golpe-: Pero sobre todo como te traté, Mariana. Hay tantos chicos que buscan solo coger, y después qué.
-Mamá...-el tinte de su tono era avergonzado.
No dejé ir el tema. Por muy apenada y roja que se viera. Esto era importante.
-Hablaste de penes, yo te lo estoy aclarando. Puedes tener más que un novio sexy y de pene grande. -miré al camarero, el cual claramente se sentía incómodo con la conversación que estábamos teniendo. Decidí ignorarlo y continuar con esta conversación primordial-: Claro que eso no importa mientras el chico te traté bien.
-Mamá, por favor, solo dejemos está conversación para más adelante. Tengo hambre, y Bruno está por llegar.
No tardó en decir esa oración mi hija, cuando una voz grave pronunció a mi espalda:
-Veo que ha llegado tu madre. -levantando la vista con una sonrisa para ver al pretendiente de mi hija, giré mi rostro y me encontré con unos ojos que pensé que jamás vería de nuevo.
«NO.PUEDE.SER»
Mi corazón empezó a latir de prisa al ver cómo me reconocía al instante, y mi torpeza se fue incrementando al terminar tirando una copa al piso. Está se rompió e hizo que la situación fuera más bochornosa.
Disculpándome con el mesero, empecé a levantarme de mi silla.
-¿Estás bien, mamá? -preguntó mi hija sin darse cuenta que su novio no dejaba de verme. Casi podía sentir su mirada acariciando mi cuerpo.
-Sí...-mentí mientras mi vista volvía al hombre que me había dado una de las noches más placenteras de mi existencia. Sin poder evitarlo, mis ojos bajaron a su entrepierna, y al darme cuenta de lo que hacía, subí mi mirada de golpe. Pero ya era demasiado tarde.
Él me miró con una ceja alzada y una sonrisa minúscula. Pero cargada de regocijo. Por parte de mi hija, ella se encontraba con el rostro rojizo, lo cual me indicaba que se encontraba avergonzada del espectáculo que estaba dando su madre
Intenté mejorar mi expresión, pero sentía que no podía hacerlo.
Me sentía atrapada.
-Perdón, Bruno, mi madre está un poco cansada, pero créeme cuando te digo que ella no es normalmente así.
-Descuida-expresó Bruno mientras me miraba a los ojos, y aunque su rostro era neutral, esos ojos estaban llenos de maldad-. Es normal tener días malos.
-Sí, finalmente quiero presentarte a mi madre-me miró mi hija sin darse cuenta de la tensión en el aire-. Madre, él es Bruno, mi novio.
-Un gusto conocerte-ofreció su mano con la mirada fija en mí, y mi mano tomó la suya al mismo tiempo que decía:
-Igualmente, Bruno.
La sonrisa extendida de él, me hizo respirar más agitadamente.
De pronto, todo se volvió negro.
Y mi último pensamiento es que deseaba estar lejos. Pero muy lejos de aquí.
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