ágrimas en los ojos, p
bello castaño se alborota con el viento y con la rapidéz con la que gira la cabeza para mirar a ot
a nada deprimida por negarle comprar un juguete "va
ólo tenía
lo había pasado cuatro
r cinco años, pero yo podría jurar a que mi hermano menor ya se comportaba como un anciano de noventa
os que q
e. Nuestros padres habían tenido un accidente mortal en el auto. Nosotros
dor, por más que presionara para hacerme hablar y "desahogarme", solo
o, quizá un poco de hiperactividad en un niño de cuatro. Ahora era todo lo contrario. Él entendía que un "no" era porque no había dinero para sati
u rostro triste y aceptando la realidad, me partí
o una bonita casa de dos pisos, cómoda, con una vecina
, el último regalo que pude darle meses atrás. Mónica, por otra parte, era aquella vecina que cuidaba a mi
gato me había dejado más cicatrices que el accidente del
ngo hacíamos sin falta. Si bien era cierto que Mónica a veces le cocinaba a mi hermano por gusto própio, y porque lo sentía como un nieto, según ella, ambos hacíamos comid
con sus mangas arriba de sus codos, el pequeño castaño comien
lencio entre nosotros y sólo los
malos que papá hacía para hacer reír a carcajadas a Maurizio. Solo quedá
ermano me mira un tanto asustado y yo tomo el celular casi con miedo. Ya nadie llamaba a
ndo los dedos para que su ll
ri llena mis oídos. El hombre que he conoci
e todos los que se encontraban en el hospital. Gritos con indicaciones,
de cuidados intensivos..." se escuchaba
ica apresurado. Puedo escuchar su respiración agitada al moverse por los pasillos, seguramente.
. Pero yo solo podía mirar a Maurizio, quien me devolvía la mirada con los ojos bien abiert
Mónica no e
o me toma de la mano, casi jalándom
sus ojos azules no me podrían mentir jamás. Él tenía
zo sabía que odiaba d
cho doctor habla más f
a mano, una sonrisa fin
die ayudó a papá
por aguantar las lágrimas. "Sabes mi número de memoria. Sabes que Mónica llega a las diez de lejos de la barra de comida"puedo c
poniendome una bufanda y mirando recelosa a mi hermano
e a su altura y pellizcando sus pálidas mejil
duda pero termina a
ardas
abras a nadie. Mónica tiene llave, así qu
erza las piernas y un nudo en mi garganta se instala.
de separarme y ver como e
cia el hospital. Había tenido que vender el auto de papá para paga
¨¨
arecen entumecidas por las últimas cinco horas co
veinticinco personas. Veinticinco era un número grande para un pequeño hospital de
me toma del codo para girar
do bien con mis padres. Él, como hijo único, era el único amigo de la zona que hab
iendo cómo sus ojeras, la palidéz de su piel bronceada se notaba y el cansancio hacía que su
ermano en este mundo, se había encariñado con él como si fuera su
dejé
de más y enseguida mira s
la noche. ¿Móni
la chamarra que acabo de recuperar. Mis mano
rmana se ha extendido más de lo planeado, no podré llegar ha
e de leer el mensaje, hecho a
heos de las otras enfermeras. Mi hermano ha esta
la esquina, un auto se detiene fre
a bien despierto. Saber que Murizio a esta
rcedes y trato de mantenerme tranquila. P