e desempleo. Que repugnante precariedad laboral; que asco de empresarios que se enriquecen mientras la clase o
antiestética porque no deja de balbucear tonterías sobre su viaje al otorrinolaringólogo. El amistoso jubilado que suele regalarme historias de su vida me parece hoy un viejo asqueroso obsesionado con mi
de ánimo, las cosas pue
reer los cambios recientes en mi vida, y actualmente estoy luchando para pensar en una solución a mi situación fina
sona en el mundo que quiero ver en est
ando para mi día. -el imbécil de Sebas otra vez. ¿Qué qui
supiera qué esconde esa expresión pícara; como si hubiese olvida
o que te importe una mierda cómo estoy. Además, no entiendo por qué estás de v
ablar, en mi opinión. Desde que lo dejamos, Cristina, no hemos hablado nada; Ni siquiera me
-¡¿Déjame desahogarme?!- y dejando salir mi rabia. ¿Y qué quieres que te diga? ¿Que eres un desgrac
perdón, Cristi
reces, pero si me vas a dejar en paz así, te perdono. ¿Quieres sentirte m
as pongo la llave en la cerradura. Le pido su má
ntigo nunca empiezo nad
ales sobre la mesa del comedor porque, si no estaba ya enfadada, ahora estoy mordiendo mi ira. Desde el otro l
a, -Uh oh-. ¿De cuál de los dos t
n el sofá y su
der-. ¿Qué diablos está
, que es la guinda del pastel, le digo. No es
nde: -Bi
alón, pregunta: -¿Y por qué no hablan? -. Ella act
en los huevos y verás c
rido idiota que la golpeó y al que tuvo los ovarios de denunciar debidamente a tiempo. Tomó la decisión de aceptar la ofer
de casa que siempre habían imaginado porque estaban ganando buenos salarios en ese momento. Pero la crisis golpeó, o eso dice la historia, y sus magníficas creaciones desaparecieron. Ana, quien fue directora de una empresa de bienes raíces, ahora está feliz de trabajar en una pequeña agencia,
bía costado tras el colapso de la burbuja inmobiliaria. Sólo podían pensar en alquilar las dos habitaciones vacías que les quedaban para