ertando poco a poco, pude escuchar una dulce melodía en violín, el olor a rosas ya marchitas
dolor punzante subió a mi cabeza, podía escuchar miles de s
r pausadamente. No tardó mucho en cesar el malestar, podría compararlo a cuando t
uz del exterior, todo parecía bañarse de un tinte rojo muy agradable. La decoración era llamativa, habían pequeñas esculturas de animales,
cómo había llegado ahí, no reconocía nada a mi alrededor, todo era demasiado inquietante. El
puesto un ligero vestido de tela blanca casi traslúcida, mi cabello caía sobre mis hombros como
, pareció volver a tumbar en mi cerebro como el zumbido de una abeja, me armé de valor y decid
or. Finalmente, llegué a un pequeño salón rodeado de puertas, el sonido nacía detrás de una de ellas, me acerq
moverse en cámara lenta, la realidad se volvió brumosa y la tenue luz no me dejó
distinguir esos rasgos afilados, podr
e la alfombra raspando mi cara y luego la oscuridad devoró todo, solo permanecieron a