Garz
". Las palabras de la Dra. Campos fueron una bendición, una bendic
por el escape del tráfico de la Ciudad de México, se sentía fresco, limpio. Adrián se había ido. Debió haber regresado a
en mis muchas visitas, me detuvo en el mostrador. "¿Señorit
í viene. El último suspiro de un
cumpleaños. Y que te amaba mucho". Sonrió, un poco melancólicamente. "
rte? ¿Adorada? Apenas logré una sonrisa t
torada en la garganta de alguien. Una irritación persistente y dolorosa que no des
mi vuelo. De regreso a Guada
n una enorme sonrisa en su rostro, sus brazos abiertos de par en par. Era dueña de
o que casi le rompe los huesos. "Ay, Vale",
sentir el temblor en ella. Se apartó, sosteniéndome a distanci
je, formándose un
suficientemente alto como para que algunos curiosos voltearan a vernos. "D
dije, una sonrisa cariñosa en mi rostro. "Tod
e perdido. Acuérdate de mis palabras. Va a volver arrastrándose, rogando. Y tú, queri
bía sido mi feroz protectora, mi campeona inquebrantable. Su certeza, su fe e
uego, vamos a salir. Esta noche, celebramos tu libertad. Vamos a borrar cada uno de los recuerdo

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