Garz
. Decir las palabras en voz alta, finalmente, se sintió como exh
iniciara, y él lo desviara. Había aprendido ese truco al principio de nuestra relación. Una disculpa rápida, una vaga promesa de mejorar,
ada desaire, cada promesa rota estaba catalogada en mi mente, un libr
años, había sido un trabajo secundario, una forma de mantener mis habilidades afiladas mientras Adrián perseguía su sueño. Ahora,
s empacaba una pequeña maleta. Él estaba mir
de tu mamá?", murmuró, tod
de México con él, tan emocionada, tan llena de esperanza. Me había pr
rte abrazo después de que renuncié a mi estable trabajo de diseño
e dos años. Hubo un tiempo en que realmente a
noche, un accesorio falló y sufrió una grave lesión en la cabeza. Corrí al hospital, aterrorizada. Se veía tan páli
ó entonces que, si alguna vez triunfaba, yo estaría a su lado, compar
osotros. Mi ansiedad, una sombra que siempre había acechado en mi periferia, comenzó a consumirme. Provenía de una infancia inestable, donde mi padre murió joven y mi madre me
diente, desconfiada. Especialmente cuan
de una escena particularmente apasionada c
yos? ¿Qué hay de las llamadas nocturnas, las "discusiones creativas" que parecían extenderse
pasionado. Se suponía que era un beso corto e inocente. Pero se prolongó. Su mano acunó su rostro. Los dedos de ella se en
gelada, mirando, una observadora silenciosa en mi propia pesadilla. Más tarde, me regañé a mí mi
é a revisar su teléfono, algo que juré
o confías en mí? ¡Esto es una comp
capaz de defenderme. Todo lo que podía pensar era: si n
éfono?", gritó, su voz cargada de desprecio. "¡Consígu
había dado todo a él. Pero fue su sugerencia. Me había animado a renunciar, a centrarm
propósito más allá de Adrián, más allá del ciclo interminable de esperar y preocuparme. Me enterré en flores, en pedidos, en el delicado arte
está riendo con otra mujer? ¿Le está diciendo todas las cosas que solía decirme a mí? La ansied

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