ista de Ji
incluso en la sofocante sala de espera del hospital. La cardiopatía congénita que había heredado de Gerardo, l
r un helado después?
é su
nte con los do
voz familiar y profunda
, deja d
sillo, Adrián saltando delante de ellos, con un coche de juguete rojo brillante en la mano.
do. Titubeó, su paso vaciló. Parecía... incómodo. ¿Culpable, quizás? Un pensamiento fuga
pre la pareja atenta, deslizó su brazo por el de él, sus uñas
si desapareciendo en mi agarre. No respondí. Simplemente comencé a pas
agarre en Gerardo, atrayéndolo más cerca, luego p
mpalagosamente dulce, un veneno envuelto en azúcar-
, arrastrando a
sonando-. Igual que huiste de tus responsabilidade
golpe. Mi padre, el Dr. Horacio Miranda, un hombre cuya integridad era su aliento vital. Habían arrastrado su nombre
ta, un sonido quebra
ndalo, ¿no? Casi arruinó la reputación de la UNAM, todo ese sórdido asunto -fingió un suspiro comprensivo-. Aunque, en retrospectiva, supongo que fue
ra en la boda, la pantalla del proyector mostrando las pruebas fabricadas, los susurros, las burlas
ad. Pero él solo me había mirado, sus ojos llenos de una convicción e
feroz rompió mi
queños puños apretados. Su rostro estaba sonrojado, s
ara se desvaneció. Sus ojo
ó hacia adelante, su mano disparándose. Me moví,
án, tomado por sorpresa, tropezó y luego recuperó el equilibrio. No le gustaba que lo tocaran, especialmente no
uina de una silla de metal. Sus ojos se pusieron en blanco. Un delgado hilo carmesí brotó
primario y sofocante se a
as, acunando su cuerpo inerte. La sangre se estaba extendiend
izados de Adrián. Vi a Gerardo, congelado, su rostro una máscara de horror. Todos los años d
se sentía como una entidad separada. Mi palma conectó con la mejilla de Kiara con un cha
te esto! ¡Siempre haces esto! ¡Te lo llevaste todo! ¡Mi familia! ¡Mi vida!
ardiente, sus ojos muy abie
eso? ¡Está loca!
o, su disgusto apenas velado, se sentía como piedras golpeando mi espíritu ya roto. Loc
da de Isabel, comenzó a temblar. Sus ojos, f
-susurró, su pequ
su rostro blanco como el papel, la mancha oscura de sang
e se había materializado aparentemente de la nada-. ¡Consigan un doctor! ¡Ahora! ¡Emergencia! ¡Y saqu
Traumatismo craneoencefálico... paro cardíaco... necesitam
bel con fuerza, los siguió
ta un corazón! ¡Pagaré lo que s
ón y terror agitándose en mis entrañas. Abra
os abriéndose y cerrándose, exten
urró, su voz
tendiéndose por su rostro. Su mundo cuidadosamente construido, sus mentiras meticulosamente elaboradas, c
go hundió el rostro en su cabello. Sus hombros tembl
este! -gritó, su voz espesa por las lágrimas. Abrazó a Isabel con fuerza mientras lo
risa por el asistente de Gerardo. Estaba llorando, sus sollozos resonando por el
y estéril. Mis piernas cedieron. Me dejé caer al suelo, mis manos tembland
l miedo. La desesperación. La impotencia.
e de texto de un número desconocido. *Su cita ha sido
anza apenas comenzaba. No era solo por Isabel,

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