a So
era un compañero constante, un recordatorio de la crueldad casual de Javier. Yacía allí, mirando el techo, el blanco estéril un lien
nte un flujo curado de arte y eventos sociales, ahora era un campo minado. Encontré el perfil de Brenda. No había publicado
ospital. Javier estaba a su lado, sosteniendo su mano, con la cabeza inclinada, luciendo devastado. El pie
de dejarme con una conmoción cerebral y sola. Mis dedos temblaron mientras me desplazaba más abajo. Había comentarios, cientos de
a respondido a la publicación de Brenda. "Siempre
oco de su traición. Mi corazón no solo se sentía roto; se sentía pulverizado, molido hasta convertirlo en polv
ando. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba
. Bloquear. Bloquear. A Javier. A Brenda. A cualquiera que comentara. A cualquiera
ré fijamente, los recuerdos de sus gruñidos y gemidos inundando mi mente. No. No más. Borré la ap
da y dolorosa. Esto era todo. El fin de los lazos emocionales. Mi corazón se había endurecido como una p
mente me autorizaron a irme. Mi abogado ya había estado ocupado. Los papeles del divorcio estaba
ejar mi cabeza. Mi chofer me esperaba, pero antes de que pudiera llegar al c
cerrando la puerta con una fuerza que me hizo estremecer. Mi chof
o bajo y peligroso. Me agarró del brazo, sus dedos c
sivo para mi cabeza aún dolorida. "Suéltame, Javier". Mi v
ofía! ¡Sé que estás detrás de esto! ¡Siempre la o
. "Yo no soy la que engaña, Javier. Yo no soy la que
as histérica! ¡Siempre te pones tan dramática! ¡Igual que con el estúpido
e de coche. Mi choque casi fatal, enmarcado por él como un intento de suicidio manipulador cada vez que me atre
mi voz ganando fuerza. "Y no escon
mo siempre quisiste?". Sacó su teléfono del bolsillo de su abrigo. "Está en una agonía absoluta, Sofía. Está aterrorizada. La has ahuyentado". Me puso el t
netrante. "Ahora, ¿dónde está?
aunque lo supiera, no te lo diría. Hicist
a estaban llenos de una rabia fría y asesina. Me empujó contra el coche, con fuerza. El impacto sa
ó algo de su bolsillo. Una pequeña y
uierdo, subiendo la manga de mi pijama, exponiendo mi antebrazo. Presionó la hoja contra mi p
n delgado hilo de sangre brotaba. Mi cuerpo gritaba en prot
logré decir, mi
do deliberadamente un corte superficial en mi an
obaba el aliento. Era una herida fresca sobre todas las viejas, u
, no por mí, sino por la cordura
idades. Arrastró el cuchillo por mi piel de nuevo, otro corte superficial, paralelo al primero. "¿D
a cabeza, la vista se me nublaba. Me sentía débil, mareada. Mi trauma pasado, el accidente, su a
lisa, era ahora un lienzo de su rabia, un feo testamento de su posesividad
uchillo, que resonó en el suelo. Sin previo aviso, sus manos se dispararon hacia mi
, pero era demasiado fuerte. Su agarre era un tornillo de banco de hierro, robándome el aliento, robándome la v
or, sino de profundo arrepentimiento. Me arrepentí de cada segundo que desperdicié amándolo.

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