Esclava del amor del jefe de la mafia / Capítulo 1 Capítulo 1 Penetrando en la guarida del monstruo | 0.29%/0/21607/coverbig.jpg?v=20f642f5d037fb79ec4674db6c717566)
toc, to
veces, pero no obtuve otra respuesta que el silencio total.
ez con mayor fuerza. Una vez más, el silencio fue absoluto; no percibí ni si
¿te encue
cámara lenta al momento de extender mi mano para agarrar el pomo de la puerta. Inhalé profundam
l otro lado de
brí la puerta solo lo suficiente para
io!",
tancia. Osirio yacía inconsciente en el suelo; una gran estantería que había caído al piso estaba muy cerca de su cuerpo. Afortunadam
l suelo. Ahora los libros que reposaban en ella estaban esparcidos
ble, y acerqué mi cabeza a la suya mientras miraba su rostro durmiente. Parecía estar perfectamente bien, así que no tenía nada de que preocuparme. Dejé escapar un prolongado suspir
cia y ternura. En marcado contraste con el demonio que era durante la vigilia, ahora que dormía pacíficamente ofrecía el aspecto de
mposible apartar la mirada de su rostro; no sabría decir cuánto tiempo estuve allí, sentada, absorta en la contemplación de su rostro durmiente y sereno
rité, sor
odo ese tiempo. o sus reflejos eran verdaderamente extraordinarios? De repente, esa mano que sostenía mi muñeca comenzó a tirar
do a encontrarme
lamé, pero no o
y mi espalda con sus brazos, abrazándome fuertemente contra su cuerpo; lo sentía, cuan largo era, contra el mío. Ahora y
, dije en tono suplicante, mientr
vi sus ojos cerrados; aún dormía. Coloqué mis manos sobre su pecho firme y musculoso e hice presión, tratando de
epente, comenzó a acariciar mi espalda. Sentí el calor de su mano deslizarse por mi espalda hasta
un pervertido. ¡incluso mientras dor
é, y luego dejé esca
l sensible de mi cintura, y luego deslizó sus manos todavía más abajo. Dejé escapar un grito no muy fuerte
n poco más fu
Sus grandes manos varoniles continuaron apretando mis nalgas, de manera provocativa, mientras presionaba mis caderas contra las suyas. Pude sentir su dureza cuan
mí. Mi mente se nubló y empecé, de manera instintiva, a presionar mis caderas contra su dureza. Me resultaba increíble que sus
ndo, de repente, el mun
ntin
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