ítu
as sombras de los corredores se alargaban bajo la luz temblorosa de las velas. Afuera, el bosque susurraba
le recordaba mucho a ella cuando llegó a ese lugar siendo obligada. Ambas es
aún existía algo más allá de esas paredes al caminar a veces por los alrededores. Esa noche, sin embargo, su corazón estaba inquieto
aba la frescura de la adolescenci
o salir de aquí? - pregunto la joven cuya fa
a no respondió de inmediato, sus ojos color miel recorrieron los vitrales
dijo al fin, aunque su voz tembló con un matiz de melan
ente. Un golpe brutal contra las puertas del convento resonó en todo el claustro, como si un gigante hubiera chocado contra ella
lamó la muchacha, lleván
o gritar. Su educación noble y su fortaleza adquirida en años de resignación
ien busca de ayuda. Esta es la casa de Dios y no pod
u lado, empujó los cerrojos de la entrada. El crujido de los metales fue más siniestro de lo habi
le: alto, con hombros anchos y una presencia salvaje que no encajaba en aquel recinto sagrado. Sus cabellos oscuros y l
lo único que la dejó sin
lamó sorprendida -
nte en que ella levantó la lámpara. Esa era una mirada peligrosa, como la de un lobo acorralado
ido. Una chispa ardió en su interior, un temblor que no había sentido jamás en todos sus años tras esos m
ar, pero un gruñido ás
e... no me
a sostener parte de su peso antes de que la lámpara casi se le cayera de las manos. Un jadeo escapó de su
ó la novicia, retro
do al estruendo, con sus hábitos ondeando como sombras blancas en la penumb
ro! -ordenó una de las her
a las baldosas y el aroma metálico invadió el aire puro del claustro. Anastasia, todavía con las manos ma
a, temblorosa - ¿Y si es un crimina
dió con severidad luego de
habla del demonio. Si alguien llama a
que ella había llegado. Así que si las monjas creían que Dios lo ha
s. Sin embargo, mientras lo llevaban hacia la sala de enfermería improvisada del convento, Anastasia permaneció cerca, como si una fuerza invisible la obligara a no alejarse. Su
rota, los murmullos de las monjas se elevaro
tado y está perdiendo demasiad
ente y paños limpios! -
mano grande y áspera, marcada por cicatrices, y la sostuvo entre las suyas. Nadie
oración, más que cualquier confesión, ya qu
se cernía sobre él, Anastasia susurró una plegaria que no era solo para salvar un
vería a ser la misma y menos lueg

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