vista d
la última vez que la llamé hogar, desde la última vez que viví bajo el techo meticulosamente curado de mi madre. El aire, fresco con la prome
de mi infancia. Simplemente asintió, tomó mi única maleta y me condujo al Bentley que espera
menos como una jaula y más como una fortaleza. Al entrar, el aroma familiar de lirios caros y madera pulida llenó mis sentidos.
yacente. No me abrazó, pero sus ojos, generalmente tan reservados, contenían u
timación casi ri
estaba preparando una tetera de té Earl Gre
entras hablaba, su expresión se endureció, una familiar máscara de desaprobación aristocrática
ealmente los sacrificios hechos por ellos. -Hizo una pausa, su mirada directa, inquebrantable-. También te advertí que no fueras u
nte sabía amargo. Ten
a ocurrencia tardía-. Justo a tiempo para escucharlo llam
el giro del destino. Pero es un regalo, Adell. Una oportunidad para escuchar de verdad, no solo el
haré. No más ilusiones románticas. Quiero est
a tocando sus labios. -Bien.
e inteligente de la universidad, siempre serio, siempre amable. Me había admirado,
ña mezcla de aprensión y curi
vascular muy respetado. Construyó su propia clínica. Sin dramas, sin escándalos. Solo compet
todos estos años? El pensamient
madre hizo un gesto hacia él. -Mientras estabas... fuera, los problemas de Emi
guarda silencio», «Los fans exigen respuestas». La sección de comentarios, una vez llena de adoración, ahora hervía de ira. Mi hist
n-. Pero esta reacción pública es un arma de doble filo. Lo destruirá, pero también aseg
oco quería que escapara de las consecuencias de sus acciones. Finalmente entendí el enfoque prag
s sienes. El peso del mundo, de todas es
n está lista. Y Adell... bienvenida a casa. -Sus pala
caos palpitante del antro. Era un silencio sanador, un silencio que prometía paz, no abandono. Est
lma maltratada. Sabía que este camino no sería fácil, pero se sentía correcto. Se s
as, parecía acogedora. Me hundí en ella, envolviéndome en una suave manta. Los últimos vestigios de lágrimas finalmente se secar
aste con la vida que acababa de dejar. Y por primera vez, sentí un destello de esperanza que
quilizadora. No más celebraciones escenificadas. No más traiciones ocultas. Sol
en el fuego de su traición. Y yo, Adell Boone, esta
vista de
uego en dos. Mis llamadas no fueron respondidas. Mis mensajes, no leídos. Mi mánager seguía encima de mí, exigiendo que «arreglara es
e, tratando de distraerme. «¡Emi, bebé, salgamos! ¡Todo el mundo está hablando de nosotros, deberíamos darl
l de lija para mis nervios en carne viva. No podía soportar la forma en que me miraba, como si yo fuera un premio que habí
gonía. Artículos de noticias y publicaciones en redes sociales relataban mi caída. «Emiliano Ríos: de estrella de rock a desastre», «El costo de la traici
i guitarra se sentía pesada, sin vida. Cada acorde que tocaba sonaba hueco, burlón. Adell había sido mi musa, mi i
sola mirada. Su lealtad, su fe inquebrantable en mí, habían sido la base de mi éxito.
ía ganármelo? La había llamado una carga. Prácticamente había firmado la inexistencia de mi amor. El rec
cesitaba encontrarla. Tenía que hacerlo. Incluso si eso significaba arrastrarme
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