ica de redes sociales apareció en mi teléf
idido entre la curiosidad morbosa y el ins
una recopilación cuidadosamente curada de opulencia y glamour.
, del brazo, riendo, sus rostros cerca, bañados
ipo de cita favorita. Tan a
fecha debajo de la foto. 1
ión crítica que no podía perderse. Incluso me había enviado un mensaje de texto protocolario m
ando de convencerme de que su ausencia era una señal de su dedicación a nuestro
o en el balcón de nuestro pequeño departamento, riendo tanto que casi nos caemos.
as promesas ahora? ¿Al
ar más. Cerré la aplicación, la sensación repugn
sajero y aceleré hacia el hospital.
en su piso. La jefa de enfermeras, una mujer mayor llamada Marta que conocía
s que no te veo por
n de mi padre -dije, mi voz tensa-. Se s
e Marta s
mbió de dueños el mes pasado. Estamos bajo nueva a
se levantó
ueños? No, no
o, nuestras finanzas, el cuidado
é de nuevo, ignorando la inquietan
irando alrededo
decidieron no realizar la cirugía inmediata. Lo pusieron en un nuevo medicamento
tud extendiéndose por mí-. ¿Qué tipo de efectos secundarios?
retorció
e admitieran a tu padre. Dijo que Alejandro estaba demasiado ocupado para venir él mismo, pe
había planeado meticulosamente mi humillación pública ah
voz apenas un susurro-. ¿Por qué
insistente. Dijo que estabas... indispuesta. Y francamente, querida, fue bastante desagradable. Exigente,
taba conectado en una red de engaño y malicia. Mi padre, que había vivi
dose como un puñetazo en el estómago. El olor a antiséptico se afe
ratamiento. Alejandro lo sabía. Él lo había permitido. ¿Era
ya no era un hogar, llena de los fant
ntré parada frente a nuestro primer edificio de departamentos, el lugar
cio de ladrillo rojo descolorido, ventanas manchadas de mugre, una
a comida barata, los sueños que nos habíamos susurrado en la
un hogar lo suficientemente grande para todos
perada de reclamar un pedazo de ese pasado inocente.in aliento de una mujer. Se me heló la sangre. L
por una voz masculina, la voz de Alejandro, ronca y satisfecha. Murmuró algo
do dirigida a mí en años. Luego,
lo, escuchando la horrible sinfonía de la traición de mi esposo, desar
a través del edificio cuando mi mano, todaví
te. La voz de una mujer, la voz de Belinda, af
Alejandro? Hay a
dro, cargada de
o los vecinos, Belinda
ltimos vestigios de amor, de esperanza, de cualquier pizca de
ontarlos a ambos. Pero una extraña calma se apoderó de
ulsiva. Era una mujer, despojada por la traición, pero no ro
Escuché un grito ahogado desde adentro, l
én es
lúgubre, mis pies golpeando, mis pulmones ardiendo, los sonid
punzantes, nublando el pasillo ya oscuro.
calle me miró,
? -murmuró, prot
. Era solo yo. Mi mundo
abogado de divorcios, un marcado contraste con mi propio estudio brillantem
-declaré, mi voz des
vertido en la compañía de Alejandro. Enumeré las infidelidades de Alejandr
n, el porqué de todo, vacilé. Las palabras se atoraron en mi
almente, mi voz quebrándose-. No quiero n
stello de lást
Flores? Tiene derech
is manos. La idea de luchar por una parte de su botín me r
irmada, entré de nuevo en el reluciente rascacielos que albergaba a

GOOGLE PLAY