medio de la anarquía alegre. Su presencia era un frío indeseado que se extendió por la habitación abarro
irada de Alejandro, afilada e implacable, se fijó inmediatamente en mi mano, luego se desvió
ero cortó el rugido del antro
saliva visiblemente. Dudó por una fracción de segund
a Alejandro, el cont
lejandro? -pregu
us ojos, usualmente tan reservados, eran a
Sofía? ¿Y vestida así? Sabe
onido áspero
. Es un lugar donde puedo ser yo misma. Un lug
o más, me agarró del brazo, su
stró a través de la multitud, pasando junto a miradas curi
La puerta se cerró con un golpe seco y nauseabundo, atrapándome dentro. Inmediatamente bus
uñí, luchando c
fría, sus ojos desprovistos de cualquier calidez-
mi voz cargada de veneno-. ¡Y mis responsabil
rada permaneció fija en m
amilia, tiene reglas. Reglas que pareces decidida a romper. Escrib
vió. Reglas.
, Alejandro! ¡No soy una m
lo explicara todo-. Y te comportarás como
resonó con fuerza en los confines del coc
tello de genuina sorpresa, rápidamente reemplazado por algo que no pude de
ndo impecablemente compuesto se hacía añicos. Pero una parte más vengativa de mí quería saborear el
mi voz, un movim
lo estoy actuando por impulso. Ya me conoces, Alejandro. A
e, pero la tensión en su mand
-Hizo una pausa, su mirada recorriendo mi ropa de antro-. Vete a casa. Descansa un po
, hice un gesto de alisar mi vestido, un pequeño y desafiante acto. Salí del coche, cerrando la puerta m
na sonrisa empalagosamente dulce, del tipo que Camila perfeccionaba, y luego le guiñé un
en el volante. Pero no dijo nada. Solo me observó hasta qu

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